La verdadera guerra, por Teodoro Petkoff
En el mes de julio del año pasado, hace doce meses exactamente, un ciudadano caraqueño y su familia fueron atracados en el Ávila, en la pica que lleva al Hotel Humboldt. No fueron los primeros ni los últimos. Dos malandros, a mano armada, despojaron a los excursionistas de todas sus pertenencias que, como es lógico, no pasaban de unos celulares y algún dinero de bolsillo. El ciudadano atracado se dirigió al CORE 5 de la Guardia Nacional, para formular la denuncia. Allí fue atendido por el general Alirio José Ramírez, jefe del mencionado comando. El atracado, en el diálogo con el alto oficial, argumentó que no eran tanto los bienes robados los que le importaban sino la circunstancia, para decirlo con sus propias palabras, de que «nos están robando el Ávila», queriendo significar con ello que ya ni a la montaña caraqueña se podrá ir a pasear. Aquí mi general Ramírez, con un retintín entre guachamarón y cínico, le ripostó «no te me vayas a poner poético ahora». Pues bien, un año después, el viernes pasado, fue encontrado muerto en la quebrada que está más arriba de Sabas Nieves, el guardia nacional Renny Mendoza Sarmiento, de 24 años de edad. Tenía un balazo en la frente y había sido despojado de su arma, que si no era la pistola de reglamento, probablemente era un Kalashnikov, que ahora pasó a engrosar el sofisticado arsenal del hampa común, habitualmente mejor apertrechada que los cuerpos de seguridad. Todo indica que el móvil del homicidio fue el de despojar al infortunado guardia de su arma. No sabemos si el general Alirio Ramírez todavía considerará como una licencia poética risible el comentario de su contertulio de hace un año.
Son dos historias, banales ya, en esta Caracas que se ha tornado en la ciudad más violenta del continente, con una escalofriante tasa de homicidios, superior a la de cualquier otra capital de América Latina. Son dos historias que ponen de bulto la impotencia y la incapacidad del gobierno de Atila frente al terrible problema de la inseguridad ciudadana.
Ni la denuncia de la familia atracada fue procesada y lo más probable es que el asesinato del joven guardia nacional también se incorpore al siniestro porcentaje de 93% de homicidios impunes, según datos del propio Cicpc. El de la inseguridad es un problema que se le ha escapado de las manos al gobierno.
Quince o dieciséis planes de «seguridad» después, la calamidad no ha hecho sino empeorar. En esta materia el gobierno tiene la goma completamente perdida. No tiene política, no sabe qué hacer, como no sea formular promesas y más promesas, que jamás cumple. Un gobierno que ni siquiera puede controlar la violencia mortal en recintos cerrados como las cárceles, en las cuales se cuenta con vigilancia permanente, es obvio que mucho menos puede hacerlo en las calles de ciudades y pueblos. Es pura incapacidad, falta de voluntad política, negligencia y desidia, por parte de un gobierno que está más preocupado por jorungarle los huesos a Bolívar que por la vida de sus conciudadanos; más ocupado en averiguar de qué murió El Libertador antes que encontrar a los culpables del asesinato del guardia nacional Renny Mendoza.