Lapidación en Irán, por Simón Boccanegra
De Irán llegó inicialmente la noticia de que la mujer acusada de adulterio y condenada a muerte, no sería lapidada, es decir, asesinada a pedradas en la cabeza, sino que sería simplemente ahorcada, en lo que pareció una demostración de «humanidad» por parte de ese gobierno de cavernícolas. Error.
Un ministro de Ajmadineyad aclaró que la dama en cuestión sería efectivamente lapidada. Esto es una cosa horrible. Primero que nada, ajusticiar a una mujer por el supuesto delito de adulterio nos remite ya a las etapas más primitivas de la humanidad, pero matarla a pedradas, enterrada hasta el cuello.
Ésto, para que sólo la cabeza reciba los golpes, que deben ser con piedras de tamaño pequeño para que el sufrimiento se prolongue lo más posible, habla de una sociedad y de un régimen verdaderamente bestiales.
No hay respeto a diversidad cultural alguna que obligue a callar ante estas muestras de salvajismo y atraso, que avergonzarían a los dirigentes de cualquier sociedad, menos, al parecer, a la casta teocrática que gobierna Irán, en nombre de una no pocas veces interpretación falsificada del Corán. Lo increíble es que el gobierno de Atila se haga el loco ante esta práctica bestial.
Tampoco sorprende el silencio de las organizaciones femeninas del PSUV. No sorprende, porque las mujeres que las componen, antiguas combatientes contra la discriminación de género, hoy han retrogradado a la condición de siervas del Señor de Miraflores, sumisas ante el Macho, mudas si el Macho no las autoriza a abrir la boca. ¿Qué dice Desirée Santos?