Lapsus, por Pablo M. Peñaranda H.

Twitter: @ppenarandah
Ocurre con relativa frecuencia que los amigos, dada nuestra profesión, nos consultan sobre las conductas de los hijos o de algún familiar que les preocupan en demasía. Yo, más de las veces trato de demostrarles que son conductas en algunos casos, producto de la etapa del desarrollo o en otros que aquello no tiene importancia, si no se presenta obsesivamente. En fin, siempre intento disminuir sus angustias que es una tarea obligatoria en este valle de lágrimas.
Esto viene a cuestión porque un amigo, de esos que uno considera parte de la familia, en medio de una afable conversación me planteó su alta preocupación dado que uno de sus hijos, que le visitaba con frecuencia, estaba casado en segundas nupcias con una encantadora mujer pero cuyo nombre él lo confundía siempre con la primera esposa y aquello no dejaba de crear un clima tenso y desagradable y por más esfuerzos que él hacía y más atención prestaba siempre terminaba llamándola por el nombre de la antigua consorte.
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De inmediato intenté disminuir la angustia que producía aquel lapsus, dándole argumentos de carácter psicológicos utilizando el inconsciente entre otras categorías para explicar este tipo de fenómenos. Como mi amigo seguía con una mirada de preocupación, le insistí en la poca importancia de su conducta y pasé a narrarle el caso de una amiga que, en el velorio de un apreciado compañero de trabajo, abrazó a la esposa y en vez del pésame le dio un sonoro feliz año.
Ese sí fue un grave error en tanto que la situación era irrepetible y el desaguisado no podía enmendarse jamás. Mientras que en su caso y sin mayor esfuerzo podía ejercitar un par de reglas nemotécnicas cuya eficacia estaban comprobadas o bien, más sencillo todavía, aquello podía resolverse llamando a su nuera exactamente como la llamaba su hijo y que si era un apodo o diminutivo esto era mucho mejor.
Además, le insistí que esos vuelos de confianza eran normalmente permitidos a los suegros cariñosos y Buena gente, como él bien lo era.
Así concluimos el tema y pasamos a darle solución a los conflictos de Venezuela y de vez en cuando a los problemas del mundo con nuestras opiniones y comentarios, que es como siempre concluyen las visitas agradables y cargadas de afecto.
Esto era lo que quería comentarles.
Pablo M. Peñaranda H. Es doctor en Ciencias Sociales, licenciado en Sicología y profesor titular de la UCV
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