Las desventuras de Aponte Aponte, por Simón Boccanegra
Al magistrado Eladio Aponte Aponte parece que le llegó su sábado. Por supuesto que, como es de rigor, presumimos su inocencia, hasta que un tribunal declare lo contrario y le imponga una pena, pero a juzgar por la conducta de la jefatura del proceso, que en definitiva es Chávez, ya lo condenaron. Lo han dejado solo con sus pesares. Los medios del Estado, es decir de Chávez, no se hicieron presentes en su rueda de prensa. Ningún colega lo ha defendido. Aponte sabe lo que eso significa. De allí que haya recurrido a los argumentos plañideros, recordando que él es un fiel soldado de la revolución y que la denuncia persigue sacarlo de esas filas, quizás sugiriendo que sin él el PSUV pierde su esencia. Ahora, ¿por qué Aponte sí y otros pillastres no? Este minicronista no tiene otra explicación que la de la magnitud de sus trapisondas.
Así será el tamaño de lo que Aponte Aponte se embolsilló ilegítimamente que traspasó la línea imaginaria hasta donde Chávez tolera vagabunderías. Puesto que Chávez es juez, fiscal y alcaide de las cárceles, ya investigó, juzgó y sentenció. Hay una regla no escrita en el régimen, pero que Chávez maneja: «Si no eres de mi círculo íntimo, en el cual hay carta blanca para cualquier cosa, puedes robar pero con discreción. No creas que la militancia en el PSUV te protege. Si te pasas del límite y, sobre todo, si yo, Hugo Rafael, me entero (que siempre me entero) date por muerto políticamente. Casi nunca meto a uno de mis servidores a la cárcel, pero no te confíes. En tiempos electorales, meter preso a uno de los míos puede ser muy rentable electoralmente». Pero, a todas estas, vuelvo a preguntar: ¿dónde está y qué es del juicio del portador de la credencial que supuestamente le habría dado Aponte? ¿Dónde está Makled?