Las dos caras de Hugo, por Teodoro Petkoff

En la juramentación de su comando de campaña Chávez dijo: «Nuestra pelea no es con esos carcomidos partidos de la Cuarta República, sino con el país más poderoso del mundo, que quiere sacarnos de aquí para volver a apoderarse de nuestras riquezas». Aludía, desde luego, a los Estados Unidos, en ese intento de insuflar mística «antiimperialista» a unos feligreses que, en ese momento, antes que al Tío Sam habrían preferido romperle la crisma al señor Ismael García. Esto es pura farsa. Mientras por un lado se califica «pendejo» a Bush, por el otro se contrata a un carísimo bufete gringo para que se encargue de hacer lobby en Estados Unidos a fin de «mejorar» la imagen del gobierno en la mera sede del «Imperio». Por una parte se profiere la ridícula amenaza de cortar el suministro de petróleo al «imperialismo» y por la otra se afirma, con la retórica heredada de la Cuarta República, que «somos seguros y confiables suplidores de petróleo para los Estados Unidos.
Para que no quedara duda de ello, el ministro Rafael Ramírez, ahora también miembro del comando –probablemente gracias a esas «habilidades»– entabló una turbia negociación con una empresa petrolera gringa de maletín «Free Market Petroleum» a fin de que el Ministerio de Energía y Minas vendiese directamente crudo, a precios preferenciales, para las reservas estratégicas de Estados Unidos. (Al final, era tan descarada la maniobra que el MEM se salió del negocio y quedó Pdvsa con él. Pero en el fondo es lo mismo: «crudo para que el ‘imperialismo’ pueda tener sus tanques llenos y no se preocupe tanto por lo que pasa en el Medio Oriente»).
«¿Apoderarse de nuestras riquezas»? No tienen necesidad de ello. Como diría el propio Chávez, si fuera otro el gobierno que hace lo que el suyo, hoy se le están «regalando» el petróleo y el gas al «imperialismo yanqui» y a los «imperialismos» europeos. Si aplicáramos la misma retórica trasnochada de Chávez a la política petrolera de su gobierno, desde Gómez no habría habido ninguno más «entreguista» que este. ¡Con qué orgullo Chávez inauguró las plantas de las empresas «imperialistas» para convertir el petróleo pesado de la Faja del Orinoco en liviano! Plantas que, por cierto, surgieron de los convenios entre la satá Pdvsa de la Cuarta República y las poderosas transnacionales petroleras. ¡Qué banquete no se habrían dado Chávez y los carcamales de la izquierda borbónica si algún gobierno distinto a este hubiera «regalado» la plataforma gasífera del Delta y del Golfo de Paria tal como lo ha hecho el de Chávez!
¿»Apoderarse de nuestras riquezas»? ¡Pero si hoy la mitad de la producción petrolera del país y la mitad de las exportaciones de crudo las producen las empresas «imperialistas»! ¿»Apoderarse de nuestras riquezas»? Ni Menem hubiera hecho una ley más «neoliberal», más «entreguista» que la Ley del Gas de Chávez. ¿Y qué decir de la Ley de Telecomunicaciones, de Diosdado, que las transnacionales del ramo no se cansan de elogiar? Las relaciones del gobierno de Chávez con el «imperialismo» son a dos niveles. Entre los gorilas del Departamento de Estado y Chávez saltan chispas cada vez que se cruzan las espadas. Las relaciones con el Departamento de Comercio, mejor, imposible. Business are business. Pura farsa, pues. Doble discurso. Fuegos artificiales para que los tupamaros y los carapaicas y otras momias de la vieja izquierda conservadora se queden tranquilas, creyendo que es plomo de verdad. Es la política como guiñol.