Las empresas apelan al trueque y a formas creativas de ajuste para resistir
La hiperinflación tiene efectos perversos sobre los consumidores, pero también sobre las empresas. ¿Cómo hacen para sobrevivir cuando los márgenes tradicionales de ajuste desaparecen? He aquí algunas respuestas.
Técnicamente, la hiperinflación se define por un aumento promedio de los precios igual o superior a 50% mensual o un incremento anualizado de 12.875%. Venezuela ya tiene ocho meses con variaciones de precios que exceden estos parámetros y, desde mayo pasado, la inflación mensual superó el rubicón del 100%.
Los precios en el país se duplicaban cada 28 días al cierre de mayo, cuando en el primer trimestre de 2007 tal fenómeno ocurría en 122 días. Con base en la evolución del precio de la cesta básica del Centro de Documentación y Análisis de los Trabajadores (Cenda), a partir de junio, posiblemente, los precios comiencen a duplicarse cada 15 días.
Ante tal aceleración de la inflación, las empresas padecen los efectos de una serie de problemas que vienen aparejados con la inestabilidad crítica de los precios.
Según la economista Anabella Abadí, consultora de la firma ODH Consultores, los mayores problemas que afectan a las compañías privadas en el país son: escasez de divisas y de materia prima, fuga de talento especializado, caída generalizada de la demanda de bienes y servicios, y los controles de precio y cambio.
En consecuencia, ¿qué pueden hacer las empresas para defenderse de la hiperinflación? Las respuestas no son simples, porque, en un escenario de tal incertidumbre, las realidades sectoriales e, incluso, en cada organización tienen elementos propios que condicionan las estrategias.
Enemigo impredecible
Sin embargo, la economista Abadí pone sobre la mesa una serie de medidas que pueden servir a los gerentes y empresarios, especialmente de negocios pequeños y medianos, para tratar de sobrellevar esta crisis hiperinflacionaria, cuya duración es prácticamente imposible de predecir, porque la administración de Nicolás Maduro no está haciendo nada, no está tomando ninguna medida potencialmente efectiva para detener la escalada incontrolada de precios y costos.
Descentralizar las decisiones: Tradicionalmente, las empresas venezolanas funcionan con esquemas piramidales para tomar las decisiones, especialmente las que implican costos. Este modelo es totalmente ineficiente para actuar con la capacidad de respuesta adecuada para enfrentar las bruscas variaciones de costos.
Acelerar las decisiones de compra de materia prima, repuestos y equipos puede generar ahorros importantes en una estrategia que supone anticipar todas las adquisiciones que se pueda a valor presente, por lo que las empresas deben simplificar, por defecto y de manera organizada, sus estructuras administrativas.
Reducir la calidad de las presentaciones y desarrollar productos accesibles: En Venezuela, hay diversos tipos de consumidores. Los hábitos de compra son tan impredecibles como cualquier otra variable de mercado, pero hay un elemento transversal en todos los perfiles: el precio es la variable definitiva que impulsa la demanda.
«Al menos 90% de la población venezolana vive por debajo de la línea de pobreza, mientras que la pobreza extrema está en niveles sostenidamente crecientes. Cada vez más personas no pueden comer lo suficiente», puntualiza Abadí.
En consecuencia, lo que está ocurriendo es que las empresas están recortando costos de manufactura que pueden ser superfluos en calidad de los empaques; están de vuelta las presentaciones dirigidas al consumo individual; se limita el número de presentaciones; se simplifican las formulaciones, etcétera.
«Esto no es que sea recomendable, pero se tiene que hacer para enfrentar la emergencia. Lo único que no se puede hacer y hay que evitarlo a toda costa es afectar la calidad de los productos básicos, pero es evidente que los costos deben bajar», aclara Anabella Abadí.
Sindicalizar la producción y aprovechar sinergias entre empresas: La crisis ha cambiado las reglas de la competencia. Ante la emergencia derivada de la escasez de materias primas e insumos, existen casos de compañías que se apoyan mutuamente para sobrevivir.
A pesar de que esta práctica no forma parte de la cultura empresarial en Venezuela, muy basada en la competencia depredadora de mercado en otras épocas, hoy se impone la necesidad de buscar modelos asociativos, que permitan a las organizaciones aprovechar sus ventajas, a través de la prestación de servicios en áreas donde sean más competitivas.
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Finanzas en crisis
No existen muchos estudios que indiquen cómo la hiperinflación ha afectado concretamente a las finanzas de las empresas en Venezuela. Hay datos que surgen de la experiencia en diferentes sectores. Por ejemplo, en la producción de caña de azúcar la rentabilidad por tonelada ha caído en 80% en las últimas tres zafras; los productores de café, por citar otro ejemplo, son forzados a vender con una ganancia que se ha reducido 75% por quintal en cinco años.
Si se pone la mirada en el sector manufacturero, la rentabilidad promedio de las empresas del negocio del plástico se ha reducido en 56% interanual, desde 2012, según datos recogidos en Conindustria.
Los problemas financieros son cada vez más graves, porque trabajar en bolívares implica cargar con los costos de la hiperdevaluación y su efecto erosivo en la capacidad de compra.
En consecuencia, las empresas están adoptando algunas prácticas heterodoxas que funcionan como parches:
-Cotizar con el dólar como moneda de referencia, lo que no es equivalente a facturar en divisas. Como el bolívar es completamente inestable como medida de valor, se busca automáticamente una moneda que garantice una inflación más estable.
-Acortar los plazos de cobro.
-Hacer descuentos por pronto pago, pues estos descuentos permiten adelantar flujo de caja menos erosionado por el incremento de los precios.
-Intercambiar productos y servicios como medios de pago. El valor real de un producto, en un contexto hiperinflacionario, siempre es superior a su equivalente en bolívares; por eso, el histórico trueque es una opción, sobre todo para resolver emergencias con algún insumo.
-Reducir los plazos para el pago de la nómina y bonificar ingresos adicionales. Algunas empresas han recurrido a pagar directamente gastos de algunos trabajadores, como matrículas escolares, «combos» de alimentos, servicios públicos y complementos a pólizas de seguro.
-Recortar la vigencia de los presupuestos, porque el elemento fundamental de la hiperinflación es la casi nula posibilidad de predecir su evolución.
-Adelantar compras y cuidar al máximo las redes de proveedores. Es indispensable tener más de un proveedor acordado por producto.
El drama de los costos fijos
La economista Anabella Abadí destaca que uno de los elementos claves para enfrentar este nocivo proceso de destrucción de valor en las empresas es flexibilizar las estructuras de costos. Básicamente, se trata de reducir al mínimo los costos fijos e incrementar los variables.
«Cuando nos enseñaban Microeconomía, se entendía que el principal costo variable de una empresa era la mano de obra, pero en Venezuela eso no es así, porque la nómina es un costo fijo, debido a que no hay flexibilidad en el mercado laboral. La ventaja clara de este proceso de reestructuración de costos es que estos se ajustan más a la productividad», explica.
En esta línea se observa como muchos emprendimientos en el país nacen como compañías en línea, con operaciones en Internet y a través de las redes sociales, pues permiten reducir costos inmobiliarios, de adquisición de equipos y servicios, entre otros.