Las FARC cambian de nombre pero llega tarde a la “nueva Colombia”
Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, o abreviado como Comunes, es el nuevo nombre de las FARC para competir en la política colombiana. El analista Ibsen Martínez es entrevistado sobre el significado de este cambio
Autor: Javier Conde
Más de tres años han tardado las FARC en darse cuenta de que las siglas que continuaron usando luego de su legalización, producto del Acuerdo de Paz suscrito con el gobierno de Juan Manuel Santos, son un lastre político y electoral. Un mal recuerdo de un pasado que Colombia quiere sepultar y está dejando atrás. No solo, por cierto, en relación al exgrupo guerrillero, como se verá.
“Ha llegado la hora de crear una gran coalición de fuerzas con todos los demócratas de este país”, expresó el exjefe guerrillero Rodrigo Londoño, alias Timochenko, este fin de semana al anunciar que la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, las siglas de tanto apego, se llamará desde ahora Comunes.
Una hora que quizás pasó hace mucho tiempo, y las FARC ni la olió, en esa Colombia que avanza en su modernización, aunque es cierto que Londoño propuso otro nombre en 2017 para la reinserción política de su movimiento pero fue derrotado.
“A las FARC nunca se les pasó por la cabeza el inmenso rechazo que inspiraban”, apunta el escritor y periodista venezolano Ibsen Martínez, residenciado en Bogotá, autor de la columna Leyendo de pie en El País de Madrid.
La única participación electoral de las FARC, en las legislativas de 2018, se saldó con un magro resultado: poco más de 50 mil votos en la cámara de Representantes y 32 mil en el Senado.
La extinta fuerza guerrillera tal vez sea la primera víctima política del Acuerdo de Paz firmado a fines de 2016, tan denostado, sin embargo, por el uribismo.
Una solución política que Martínez, que ha colaborado con The Washington Post, Foreign Policy, Letras Libres, Revista de Occidente, El Espectador y los diarios venezolanos El Universal, El Nacional y TalCual, considera que ha tenido un “efecto extraordinario” en la política parlamentaria y electoral colombiana, más allá de este reciente episodio identitario de las FARC.
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Martínez, en conversación con El Observador, recuerda que estaba en el centro de Bogotá cuando se firmó el acuerdo de paz definitivo entre Santos y la longeva guerrilla colombiana en setiembre de 2016, y le llamó la atención que para los colombianos era un día cualquiera, no uno de júbilo que ponía fin a 60 años de guerra y violencia. “Parecía que no ocurrió nada, pero sí ocurrió y ese es mi punto”, sostiene Martínez.
Sin ataduras
El primer efecto del Acuerdo de Paz se produjo en el propio campo de la izquierda, al permitir que pudiera hablar por primera vez de su agenda sin tener que ver por el retrovisor lo que convenía o pensaba la agrupación guerrillera.
“La izquierda democrática, no armada, estaba maniatada. El famoso Polo Patriótico que siempre participaba en las elecciones, a la hora de las chiquitas repetía, como las FARC, que favorecía todas las formas de lucha. Era un trato retórico, cuidadosísimo con la guerrilla”, discurre Martínez.
Pero al salir de la dinámica violenta, al dejar de ser beligerante, la izquierda puede ser izquierda no más y eso explica, para Martínez, que Gustavo Petro se organiza y tiene serias aspiraciones electorales “y con un discurso de izquierda democrática, por así decirlo”, acota . También los verdes, un desprendimiento del desaparecido M-19, adquiere más visibilidad.
Petro, que compitió con Iván Duque por la presidencia de Colombia en 2018, sumó más de ocho millones de votos en la segunda vuelta, más de la mitad de ellos en la primera vuelta. “La izquierda es muy vasta en Colombia, tanto la reunida en torno a las agrupaciones político electorales, como la que se mueve en los movimientos sindicales y gremiales”.
El otro efecto es la aparición de un centro, encarnado por Sergio Fajardo, el exalcalde de Medellín, que sumó con Compromiso Ciudadano/Alianza Partido Verde también más de cuatro millones de votos en la primera vuelta de las presidenciales de 2018. “Ganó de calle en Bogotá, con un discurso moderado, liberal en términos económicos y en el cual pueden converger otras figuras del centro político en futuras contiendas, incluso no es de extrañar una fórmula presidencial con un ‘santista’ como vicepresidente”, consigna Martínez.
El espectro meramente electoral se vio, en el análisis de Martínez, “radicalmente” modificado por el Acuerdo de Paz.
Otra polarización
Una singularidad de la política colombiana es la del protagonismo de figuras y de agrupaciones electorales, con una presencia menor de liberales y conservadores que monopolizaron la vida política colombiana desde el siglo XIX.
Martínez observa que hay una una nueva polarización entre el ‘uribismo’, la extensión del poder de esa figura avasalladora que es el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010) –“un caudillo primitivo, sin segundo a bordo, expresión de lo más atrasado del mundo agroindustrial” – y, en el otro extremo, la Colombia modernizadora, de las reformas, con ese amplio espectro político que trasciende el Polo Patriótico “que siempre fracasaba porque la gente lo terminaba asociando con las FARC”, acota Martínez.
Además, las nutridas protestas sociales de finales del año 2020 pusieron en el escenario a una juventud “beligerante, pero no destructora como la de Chile”, en la que se advierte un alto nivel organizativo de gente del mundo social, gremial, activistas, incluso exguerrilleros a quienes no se les ha cumplido la promesa de la reinserción, sin gran visibilidad en los medios pero con peso real.
Uribe, que pudiera ser candidato en 2022, aunque por ahora lo niega en razón de su edad (tendría 70 para entonces), ha sido el gran elector en lo que va de siglo, aval del actual mandatario Iván Duque. “Gente que lo aliente no va a faltar”, dice Martínez.
Los cambios que están ocurriendo en la sociedad colombiana en la política, perceptibles para analistas y observadores atentos, incluso para las FARC que sienten fuera de lugar, son detectados también, según el analista, por la banca, los grandes medios, sectores inmobiliarios, en cuyo ámbito se opera una suerte de reagrupación con la mira puesta en ese año 2022 electoral.
En ese contexto, se produjo la compra de la influyente revista Semana, un medio independiente, de grandes figuras del progresismo colombiano, adquirida por un hombre del sector financiero, que Martínez intuye como un movimiento de “fuerzas conservadoras” de Colombia.
“Viene una presión social muy fuerte que se expresa en el rechazo a este Congreso que se ha constituido de forma muy turbia, que se aprueba aumento de salarios, que rechaza normas anticorrupción y sanciona reformas tributarias a la medianoche, formado por profesionales del parlamentarismo”, enumera Martínez.
Las fuerzas del status quo van a moverse y habrá que ver cómo se mueven las piezas en el futuro cercano y cómo encaja Uribe que, tanto para Martínez como otros analistas de la realidad colombiana “es una estrella en descenso que va perdiendo apoyos.”
Y llama la atención Martínez sobre el papel que pueda desempeñar en ese corto o mediano plazo Germán Vargas Lleras, jefe del partido Cambio Radical, vicepresidente durante el segundo mandato de Juan Manuel Santos y quien aspiró con poca suerte en las elecciones de 2018.
“Es un político de nación, que probablemente sea uno de los pocos de la vieja política que ha visto que vienen cambios y se ha posicionado contra el no continuismo del uribismo”.
La nueva Colombia, tras más de una década de crecimiento, interrumpido por la pandemia pero sin entrar en una emergencia, con el desarrollo de las ciudades intermedias, será la expresión de “los jóvenes y la clase media, no ya de los cachacos (expresión a los descendientes de bogotanos) contra los campesinos”.