Las recetas de Chacumbele, por Simón Boccanegra
Imaginemos la siguiente escena. Un ciudadano se come la luz roja en su carro. Un fiscal lo detiene y en lugar de aplicar las sanciones previstas en las leyes, ordena la expropiación del auto. Así procede Chacumbele. Si se detectan irregularidades en unas casas de bolsa, en lugar de aplicar las leyes a los infractores, y sancionarlos de acuerdo con la falta cometida, Chacumbele ordena la destrucción de todo el sistema bursátil. Si en una empresa se produce un conflicto obrero-patronal, Chacumbele en lugar de aplicar las previsiones de la Ley del Trabajo, ordena la expropiación de la empresa. Si surgen problemas en la construcción de viviendas por demoras que, por cierto, ha provocado el propio gobierno (como será explicado en el editorial de mañana), en lugar de aplicar las leyes y sancionar a quien haya incurrido en ilícitos, si es que fuere el caso, Chacumbele ordena expropiar urbanizaciones enteras. En la literatura europea era de uso cierta metáfora que aludía a la circunstancia de botar el agua sucia de una tina y con ella el niño que en ella era bañado. Es lo que hace Chacumbele todo el tiempo. Es como si fuera un médico que para curar una enfermedad aconsejara matar al enfermo. Todo eso adobado con fantasías como que lo de la construcción está dirigido a «desmontar oligopolios y monopolios» que supuestamente controlan esa industria. Si hay algún sector económico no monopólico es precisamente el de la construcción, en el cual miles de promotores y constructores actúan en una competencia prácticamente perfecta. Marxismo de kindergarten.