Las tribulaciones del Gran Elector, por Simón Boccanegra
La cosa pasó desapercibida para el gran público, pero los asistentes al programa dominical que se transmitió desde Yuma, en la costa carabobeña del Lago de Valencia, coincidiendo con las primarias del MVR, si se dieron cuenta: el presidente del partido, que coincidencialmente también es Presidente de la República, no quiso votar en esa elección. Todo había sido preparado como parte del show semanal. Bajo un toldo colocado a un lado del mesón desde donde oficia Chávez había sido colocada una urna, tras su correspondiente mampara, para que el Primer Emeverrista ejerciera su sagrado derecho democrático.
De pronto, a media tarde, toldo, urna y mampara fueron silenciosamente retirados. El Presidente había decidido no votar. En Venezuela, tal como lo recordó Laureano Márquez en uno de sus hilarantes editoriales recientes, es imposible guardar un secreto, de modo que al ratico se conoció la explicación. Chávez había decidido protestar contra su propio partido. Un papelito, entregado por uno de sus edecanes, donde se le informaba de bochinche en diez estados, lo arrechó y mandó a tumbar toda la parafernalia electoral. Su calentera fue aún mayor cuando supo, ya en la noche, que sus planes de “renovación” de concejales, metiendo altos porcentajes de mujeres, jóvenes y ex militares, se habían estrellado contra las “bernaladas” en todas partes, que preservaron, con las marramucias proverbiales, las posiciones de los apparatchikiy de los pequeños caudillos locales.