Las trompadas que evitó Pompeyo, por Alexander Cambero

Twitter: @alecambero
Estábamos en la convención del MAS que elegiría a Felipe Mujica como secretario juvenil nacional. El salón estaba atestado de una dirigencia con grandes logros en la lucha estudiantil. La elección estaba decidida desde hacía tiempo. El trabajo de Mujica era reconocido en cada rincón de Venezuela. Un hombre consecuente que le ponía el pecho a las dificultades. Su liderazgo no estaba en discusión.
Sin embargo, cuando se presentó una propuesta de consenso que lograse la representatividad de las minorías, varios sectores comenzaron a exigir: que se diera una votación nominal que evitara que los cogollos escogieran a sus elegidos. Los gritos de democracia se escucharon en aquel salón principal del balneario Los Caracas.
Los grupos se fueron enardeciendo, cada uno fue preparándose para defenderse de algún derechazo en la mandíbula. Había dos barloventeños, parecidos a Larry Holmes, que podían mandar a varios a dormir al pequeño pueblo de Anare. Las sillas parecían ser escudos o, quizás, un recurso que nada tenía que ver con lo programático. Un espontáneo orador trataba infructuosamente de calmar las aguas revueltas del Caribe guaireño, sobrevenidas en oleaje naranja con ráfagas de batalla campal.
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Creció el cuestionamiento a la forma capitalina de colocar fichas en su ajedrez. Nadie cuestionaba a Felipe Mujica, pero otros cuadros no gozaban de la adhesión mayoritaria. Cuando todo parecía romper los diques, la cordura, la presencia de un hombre con una guayabera blanca frente al micrófono, paralizó a la convención entera.
Pompeyo Márquez —quien estaba allí como invitado especial, junto a la dirigencia fundamental del partido— comenzó por llamar a la sensatez.
¿Jóvenes ustedes exigen democracia? Nadie respondió la pregunta. Yo les quiero contar lo que significa la libertad. ¿Alguno de los presentes sabe lo que es luchar contra una dictadura? Como nadie quiere hablar este viejo luchador les contará. Al asumir el compromiso de buscar la liberación frente a Marcos Pérez Jiménez, sellamos nuestro destino para siempre.
Enfrentamos una dictadura feroz, vimos morir compañeros. Mientras muchos de nuestros líderes se iban al exilio, nos quedamos acá, peleando y organizando a las fuerzas vivas de la nación. Nos escondíamos en cualquier ratonera, mientras la Seguridad Nacional nos pisaba los talones. Cada día era una partícula de vida que jugaba a nuestro favor.
¿Quiénes de ustedes han padecido algo así? Me hablan de democracia sin sentir cómo la muerte puede estar en el próximo disparo. Nosotros hicimos de la teoría la acción que ratificaba las ideas que defendíamos con ardor. Jamás pedimos algo que no fuera escrito por el testimonio personal. Esa palabra que algunos pronuncian no es un trasnocho, es sencillamente nuestra razón de ser. Acá nos quieren mostrar cierto descontento. Cuando pudimos derrotar la dictadura llegaron los discursos de muchos que no arriesgaron el pellejo.
Llegó la democracia, esa que ustedes exigen, la que peleamos con la convicción del compromiso.
¿Quieren democracia? Luchen junto al compañero que tienen al lado. No alentemos lo insustancial, es hora de asumir el cambio en Venezuela.
La voz de Pompeyo Márquez era un bálsamo que cicatrizaba heridas con electricidad argumentativa. Las aguas fueron cediendo sin chocar la roca. Una clase magistral recibida con lágrimas, abrazos y aplausos.
Alexander Cambero es Periodista, locutor, presentador, poeta y escritor.
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