Las “verdades” de un sapo, por Simón Boccanegra
En el semanario de Miguel Salazar se han publicado dos listas de trabajadores del Banco Central que habrían firmado para el RR. Pero lo más lamentable de todo es la justificación que da el sapo para su proceder: «aquel gerente que no comparta la posición oficial, debe irse (…) su renuncia sería cónsona con su propia lealtad». Por eso él publica la lista, para que se sientan obligados a pedir la baja. Lamentablemente para el sapo, el directorio del BCV, en un acto de respeto por sí mismo, dejó claro que en esa institución no se persigue ni sanciona a nadie por sus posturas políticas. El sapo no sólo no percibe su alma de esbirro, no sólo no se da cuenta de la bajeza que comete, sino que no tiene idea de qué cosa es una sociedad democrática.
Al contrario, cree que se la está comiendo. Cree que es un servidor de la revolución. Esta clase de sujetos constituye una secreción natural del autoritarismo. Son al régimen lo que la bilis es al hígado. Lo curioso es que en el régimen hay quienes en otras épocas habrían combatido conductas como estas, pero hoy las convalidan y se revuelcan en la misma miseria moral.