Lesa humanidad, por Laureano Márquez
Twitter: @laureanomar
El componente “humanidad” de la expresión que sirve de título, no requiere de mayor explicación –bueno, dice uno, porque a veces parece que es el que más explicación reclama–. La palabra “humanidad” oscila entre el cuerpo humano individual – “su maltratada humanidad fue lanzada desde un décimo piso”– y el género humano en su conjunto – “El Papa Francisco ha asegurado que la crisis sanitaria que la humanidad está experimentando actualmente recuerda la fragilidad del ser humano”-. Humanidad es también sensibilidad, compasión con los semejantes.
“Leso” o “lesa”, por su parte, significa daño es una palabra que viene del latín “laesus” que significa dañar. Leso o lesa indica que se ha recibido un daño, por eso uno lee en las noticias de alguien que ha sufrido un grave accidente que salió “ileso” porque no resultó herido, es decir, no sufrió “lesiones” (nada que ver este último término con “elecciones”, aunque estas, algunas veces, lesionen gravemente nuestros derechos).
Los crímenes de lesa humanidad son aquellos que atentan contra el género humano, cometidos por un Estado para aplicar sus políticas o por alguna organización al margen del Estado o auspiciada por este.
Contemplan un amplio abanico de situaciones, a saber: homicidio, esclavitud, violaciones, segregación racial, tortura, privación ilegítima de la libertad, deportación o traslado forzoso de la población, desaparición forzada de personas y otros actos inhumanos o crueles. Hablamos de cosas como: mantener a presos en posiciones que causen dolor, asfixia con bolsas plásticas, descargas eléctricas, amenazas de muerte a víctimas o sus familiares y muchas otras formas de torturas físicas o psicológicas (ver informe de la ONU sobre Venezuela).
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El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas dice tener bases razonables para creer que:
- En Venezuela se han cometido crímenes contra la humanidad.
- Que personas del alto gobierno ordenaron o contribuyeron a que se cometieran.
- Que direcciones de inteligencia y diferentes cuerpos militares y policiales perpetraron los crímenes mencionados en el informe.
Lo que contiene el informe señalado no es novedad para los venezolanos. Todos sabemos – los autores incluidos– de la magnitud de los crímenes que se han cometido y se comenten. Es importante el informe porque contiene la investigación de un organismo que con rigor ha realizado documentación detallada de los mismos. También era esperable la negación del régimen. Siempre sucede igual con todos los Estados que violan los derechos humanos: niegan la evidencia, descalifican al denunciante y si está bajo su jurisdicción lo persiguen, acosan o silencian.
En la naturaleza de este régimen que desde hace dos décadas nos agobia, estaba la posibilidad de alcanzar este nivel de agresión en contra de su propia población civil, era solo cuestión de tiempo que se llegara a ello. Su vocación política excluyente de toda opinión discrepante estuvo abiertamente presente desde el principio. La represión, la persecución contra la disidencia se fue incrementando en la medida que la pérdida de popularidad se acrecentaba. La respuesta violenta del poder y su crueldad también fue en aumento. Un modelo político que sustentó su discurso en el dolor y sufrimiento de amplios sectores de la población, no ha hecho otra cosa que acrecentar ese sufrimiento hasta cotas inimaginables. Así pues, a los crímenes hay que añadir los dolores colaterales causados a la población como consecuencia de la incapacidad y la corrupción.
Un discurso que inicialmente se atribuía a sí mismo el ser un liderazgo con humanidad, devino en un régimen profundamente inhumano, sin sensibilidad, sin compasión y responsable de crímenes de lesa humanidad. Ya el mundo los conoce. La gran pregunta que siempre surge en estos casos es: ¿cómo se detienen?