Llegó el cobrador, por Teodoro Petkoff

Ayer, como es de universal conocimiento, el Presidente encabezó el allanamiento de una empresa que supuestamente habría evadido el pago de crecidas cantidades de bolívares en impuestos. Entendemos el gesto de Chávez como la tentativa de evidenciar con espectacularidad la voluntad de su gobierno de enfrentar severamente la evasión impositiva. El mensaje está claro: ¡Paga lo que debes! ¡Maulas, temblad! La intención la compartimos totalmente. Este país tiene que enseriarse definitivamente en materia tanto del cobro eficiente de los tributos como de la afirmación de una disciplina social que nos haga una nación de gente responsable en el cumplimiento de nuestros deberes ciudadanos. En todos los países fuertemente institucionalizados la evasión de impuestos es un delito castigado muy duramente, con elevadas penas de cárcel. Un ciudadano norteamericano, por ejemplo, sabe que arriesga su libertad si le hace trampas al fisco. Así tendría que ser entre nosotros. Remember Al Capone, a quien pudieron meter a la cárcel por los impuestos que no pagó y no por los crímenes que cometió.
Dicho esto, habría que añadir que la lucha contra la evasión no puede quedarse en el gesto rocambolesco del Presidente. El Seniat debe superar los graves vicios que lo agobian. Creado por el gobierno anterior, para que ejerciera el rol de recaudador y de policía fiscal, ha sufrido un deterioro que en estos dos últimos años no ha hecho sino acentuarse. Trino Alcides Díaz es el tercer o cuarto encargado de dirigir el organismo en este lapso. Las denuncias de corrupción en la institución ya se han hecho banales. Es como hablar del estado del tiempo. El cobro de peajes y la matraca son procedimientos casi «orgánicos» en el Seniat y en las aduanas. Eso ya forma parte de los costos de transacción. Sobre las aduanas se han producido varios operativos de cuyos resultados, finalmente, no se ha sabido nada. Tapar las goteras por donde se fugan millones de bolívares en impuestos causados y no cobrados es un asunto de organización, de procedimientos y de informatización absoluta de la institución. Porque la lucha contra la evasión no se puede librar a punta de operativos espasmódicos o de gestos pantalléricos. Pero para marcar una orientación o mostrar una voluntad muchas veces es necesario un gesto que sea más elocuente que las palabras. Así debe entenderse la acción de ayer. Pero ella crea un compromiso. La lucha contra las trampas fiscales no sólo debe ser permanente y de rutina administrativa, sino que no puede ser aplicada selectivamente. El fisco no puede ser utilizado como un garrote contra adversarios o críticos del gobierno, al tiempo que se transforma en guante de seda con los amigos o partidarios. Tenemos razones para lanzar esta advertencia porque dada la propensión de este gobierno a reproducir los vicios de los anteriores, nada tendría de raro que la ley sea «aplicada» sólo a quienes políticamente «no se porten bien». La ley debe ser aplicada por parejo. Caiga quien caiga e independientemente de la plata que haya dado para las campañas electorales.
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