A lo bestia por Fernando Rodríguez

Al parecer el proceso de la desaparición física de los autócratas suele ser más prolongado que el del resto de los mortales. Ausente un hilo constitucional sólido y transparente hay que tejer una tupida red que garantice la sucesión continuista, lo cual suele llevar tiempo y sigilo.
Otra constante del fenómeno parece ser el secretismo, la compleja operación de intentar prolongar en lo posible, incluso más allá del fin, la sombra del Único y la entrega del testigo al sucesor se debe hacer a espaldas no sólo del pueblo sino del Partido, a los que les tocan no los rezos y el desconcierto, sino incluso de la mayoría del liderazgo de éste que se informa por TV, quedando el asunto en manos del muy estrecho primer círculo de poder.
La verdad que esas constantes las hemos cumplido en grado sumo. Será porque nuestro Caudillo es verdaderamente todopoderoso y omniabarcante y los aspirantes son poquísimos y minúsculos, segundones auténticos. La enfermedad del Jefe ha sido manipulada por larguísimos meses y en los más diversos sentidos.
Se ha hecho del enfermo hombre curado y robusto, suplicante de todos los dioses y mártir irredento, candidato victorioso de un proceso electoral, Chávez se va y Chávez no se va a conveniencia, entregado al diagnóstico del doctor Marquina y de cuanto tuitero ocioso anda por ahí, aprovechados de la arbitrariedad y falta de seriedad de las versiones oficiales.
En cuanto al secreto lo blindaron en un bunker oncológico en un país rodeado de agua por todas partes, lo que sí es un rasgo muy original, muy siglo XXI de nuestra revolución. Al diablo la incertidumbre, la angustia, el estancamiento, los peligros ciertos de la nación. El poder excluyente y omnívoro ante todo y por cualquier medio.
Pero en días recientes, en que los acontecimientos y los tiempos se hacen más dramáticos, se ha agregado a estas piruetas oscuras, palaciegas, una inusitada ferocidad del liderazgo del régimen contra una oposición que hasta de blanda y silenciosa ha sido acusada por los caimanes que la circundan.
Y que se ha caracterizado por buscar al menos un clima más civilizado y democrático, más sensato, no sólo para enfrentar la dramática circunstancia política que atravesamos sino el tiempo económico huracanado que ya silba por pueblos y ciudades o el comenzar a recomponer un país devastado. Lo cual, incluso, difiere de algunos gestos, explícitos y soterrados, del gobierno, previos al viaje a Cuba del Presidente. Quizás quede como un símbolo de estos días de ira la infame calumnia de Maduro contra ese señor republicano que es Ramón Guillermo Aveledo de ser el auspiciador de los insultos que circulan en las redes contra el enfermo.
En tal espíritu se produjo el sábado la ya previsible elección de autoridades de la Asamblea que, dicho sea de paso, tuvo el pasado año la actuación más «paupérrima» y deplorable de que se tiene memoria. Se nombró a Cabello, ya descabezado para el próximo 10 y a algunos personajillos menores de la bancada oficialista. Se rechazó la oferta de la Alternativa Democrática de tener una vicepresidencia que no sólo le corresponde naturalmente por su número de diputados y por sus electores mayoritarios sino que hubiese podido encontrar una saludable unanimidad para enfrentar racional y equilibradamente el dilemático futuro. Por supuesto no faltaron la cursilería, la retórica litúrgica y las agresiones físicas. Genial el happening de la juramentación.
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