Lo del Simón Bolívar fue una estafa flotante
Si alguien tuviera la oportunidad de acceder a los registros de DiancaA (Diques y Astilleros Nacionales C.A.) en Puerto Cabello, pudiera corroborar que el buque atunero «Simón Bolívar», el mismo que fue anunciado como un portento de tecnología alemana cuando fue recibido por el presidente Chávez para la empresa cubano-venezolana Pescalba, oficialmente no existe.
Eso bastaría para considerar el caso del supuestamente moderno pesquero un hecho singular y digno de investigación, máxime cuando le costó al Estado venezolano una suma que oscila entre 35 y 40 millones de dólares, por los cuales nadie se ha responsabilizado ante una Venezuela hoy asaz empobrecida.
Que el «Simón Bolívar» no aparezca en los archivos de Dianca, como lo establecieron medios carabobeños, no quiere decir que físicamente haya desaparecido. Todavía no, aunque la oxidación y la voracidad del desmantelamiento indican que eso no tardará en ocurrir. Hoy su herrumbrosa estructura metálica de 120 metros de eslora y 20 de manga es un insólito monumento a la desidia y a la corrupción.
Su estampa de rojo desvaído está a la vista de los paseantes en el «cementerio de chatarra», fondeadero del olvido de la empresa astillera nacional.
«A PESCAR Y A PESCAR…» Como muchas otras estafas y estruendosos fracasos de proyectos revolucionarios millonarios en dólares, el atunero «Simón Bolívar» tuvo «una historia bonita», que comenzó cuando el comandante en jefe lo esperó en un muelle de Cumaná el 10 de mayo de 2010, de impecable uniforme verde oliva y su emblemática boina roja.
Fue el mismo ritual de cuando llegó su gemelo el «José Martí», con el general Mata Figueroa mostrándole una fotografía al comandante, mientras al fondo se ve la airosa figura del buque con sus marinos 51 venezolanos y 49 cubanos- aglomerados en la proa.
Si algo caracteriza a la revolución no es su comedimiento a la hora de cacarear los huevos que presuntamente pone. Así el «Simón Bolívar» era «¡tremendo barco!..y además está equipado con todo lo necesario para la pesca en alta mar. Al Pacífico nos vamos a pescar con esto, y al Atlántico también: podemos pescar en las costas de África» Teniendo fresca la consigna del comandante, «¡vamos a pescar y a pescar!», la nave se hizo a la mar en busca de aguas internacionales del Pacífico, de donde debía regresar con sus bodegas repletas de 2.200 toneladas de atún y/o jurel para una meta de 25.000 toneladas anuales. Un 60% sería comercializado por la cubana Alimport y el resto sería distribuido por las redes de alimentación popular Mercal y Pdval. Esos eran los planes.
HUELE MAL
Aunque su gastado casco acicalado de escarlata disimulara bien su segundo y tercer debut, desde que fue botado en los astilleros de la Volkswerft Stralsund, empresa de la Alemania Oriental, las primeras millas del viaje inaugural le indicaron a una tripulación alarmada por la falta de potencia en los motores, las fallas de electricidad y la obstrucción de las tuberías que no navegaban precisamente en un buque de estreno. Además había un cucarachero espantoso.
De acuerdo con los datos de la Volkswerft Stralsund el «Simón Bolívar» y su gemelo el «José Martí» fueron construidos hacia el final de la década de los 80. La empresa fue fundada en 1945 y sus primeros 196 barcos fueron entregados a la Unión Soviética como pagos de reparación después de la Segunda Guerra Mundial. De modo que decir «tecnología alemana» era una verdad a medias. Como vendedora figura la compañía Posadas, registrada en Washington DC, USA.
A pesar de las vicisitudes, el atunero logró cruzar el Canal de Panamá y lanzó sus últimos resoplidos llegando a Ecuador, donde quedó inoperante.
La alta gerencia de Pescalba optó por enviarlo a reparar al astillero más cercano, el de los Servicios Industriales de la Marina (SIMA), en el puerto de El Callao, en Perú.
Reportajes de la prensa peruana, dan cuenta de que en ese país lo que comenzó como una prometedora odisea ya era un verdadera tragedia empresarial. No se hallaban los repuestos, las empresas aseguradoras no respondían, cada día aparecían nuevas fallas y la deuda por la ocupación del dique crecía y crecía.
Se dice que llegó a ascender a los $ 300 mil. Los marinos desertaron y el buque quedó abandonado a su suerte y olvidado por el estado revolucionario.
TRISTE RETORNO
En la memoria anual 2012 del SIMA figura la reparación de la nave venezolana como una obra todavía en ejecución, por 11.665 millones de soles. Más tarde se aplicó el código tributario, el barco fue incautado y donado a la Armada Peruana. Tras una negociación con el presidente Maduro, el «Simón Bolívar» fue regresado a Venezuela, adonde llegó convertido ya en buque fantasma sin haber podido concretar las gestas atuneras que le había vaticinado Chávez.
Los desmanteladores se han volcado sobre el decrépito buque como pirañas: sacaron sus tuberías de cobre, válvulas, motores, piezas sanitarias, equipos de computación, sistemas de audio y video, según lo contaron a la reportera carabobeña Dayrí Blanco los sindicalistas de Dianca. Por su parte, los marinos venezolanos vivían su propio vía crucis. Pescalba no los volvió a enrolar ni les reconoció sus derechos.
Ahora que Maduro dijo encender «el motor de la pesca», sería bueno saber qué se hicieron las seis atuneras y una jurelera que tuvo Pescalba, empresa cuyos resultados siempre han estado distanciados de las metas. En 2014 se propuso la captura de 6.862 TM de atún y jurel, pero solo logró 80 toneladas del primero. Eso dice la Memoria y Cuenta del Ministerio de Agricultura y Tierras.
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