Lo que está muerto no puede morir, por Ángel Monagas
Twitter e Instagram: @AngelMonagas
Ciertamente, el título de esta columna pareciera estar inspirado en el tercer episodio de la segunda temporada de la colosal y adictiva serie Game Of Thrones (Guerra de tronos): Lo que está muerto no puede morir (título original en inglés: What Is Dead May Never Die). Digo pareciera, sus hechos no necesariamente son los que me inspiran.
Leí parte del libro en cuestión y pronto comprendí, como muchas de las cosas de este tipo de producciones, lo relacionado que están con la política. Con el manejo del poder y cómo sobrevivir en la guerra por otros medios.
Lo que está muerto no puede morir. Según explicaba un sacerdote de una secta cristiana (en la serie), que habla del Dios Ahogado, la deidad de las islas del hierro: «Lo que está muerto no puede morir» sino que se alza de nuevo, más duro, más fuerte. En Venezuela, eso ha sucedido con los viejos partidos y específicamente con los líderes que tienen más de 30 años haciendo lo mismo, sin dar oportunidad a la generación de relevo, que también han sido débiles en luchar.
Consideraciones previas
En el 2020, advertimos que los auto calificados «opositores puros» corrían un grave riesgo al no participar en las elecciones de diciembre de 2020 y luego hacerlos en las planteadas. Desde 2019 los noruegos no se han ido y han aprovechado las debilidades de los «muertos» de la oposición.
Una clase política opera en Venezuela desde 1958. ¿Hasta cuándo? Dirigen e influyen en la direccionalidad de la nación. Sobrevivientes. Negados a morir contaminados como «zombis» enfermos de poder. No son zorros de la política sino hienas que se han alimentado de las sobras del gobernante de turno y muchas veces comen más que el Rey.
Para que el país cambie por derroteros de desarrollo, de modernidad, tiene que terminar de morir esa generación. No lo hacen…porque están muertos desde hace mucho.
Sobre las elecciones de noviembre 2021
Yo creo en la salida electoral. No en las condiciones inexistentes en las previstas. Ahora el G4 participó en el 2017. Sabían de la obligación de juramentarse ante la AN «electa» por el chavismo. Írrita o no, eran una realidad. Lo hicieron también en las de alcaldes en diciembre del mismo año. Ramos Allup, consumado actor de los teatros electorales, los acusó y los amenazó. Nada sucedió y hoy los repite. En el 2018 no lo hicieron de frente pero sí a través de algunos de sus prominentes figuras: Timoteo Zambrano ex-AD, ex-UNT, Henri Falcón exjefe de campaña de Capriles, entre otros. Lo mismo sucedió en diciembre de 2020. Muchos de los diputados electos responden a los intereses de los gobernadores y alcaldes de la oposición. Hasta el partido Fuerza Vecinal lo hizo.
Este ejército de muertos criticó las elecciones internas del PSUV, muy alejadas de una verdadera democracia interna. Al menos las hicieron, simulando el ejercicio de respeto a la voluntad popular. Yo quisiera preguntarle a Ramos Allup, el gran «leguleyo» escogido para defender el adefesio del G4, ¿cuál fue el método usado para escoger los candidatos? ¿Sería o no el democrático «dedo» de los intereses de cada sector?
Por cierto, los partidos minoritarios no llegan al 1% de participación de sus candidatos. Entonces, ¿con qué moral se critica al enemigo?
El cuento del poco tiempo es «inválido». Desde febrero el G4 había pactado participar.
¿Por qué en unas sí y en otras no?
Ramos Allup señala que la política no es lineal. Él nos tiene acostumbrados a sus frases. Recuerdo aquello de «doblarse para no partirse». Parafraseando otra de las suyas le digo: «Henry, de inocencia no te vas a morir…ni de ingenuidad». La política no puede ser lineal, pero tampoco puede ser zigzagueando ni con miles de curvas.
Una cosa absolutamente desdichada fue cuando dijo que no había reconocimiento del régimen sino «interlocución». Qué no había otra forma de reclamar. Hasta allí es cierto. El asunto es que al participar del crimen, cómo vas a reclamar el ejercicio de un derecho. Si alguien viola mis derechos, ¿voy a colaborar en seguir «consumando» el delito?…pregunto. ¿Un gobernador o alcalde electo de la oposición, cómo va a llamar a Maduro? ¿A quién dirigirá las solicitudes presupuestarias, etcétera?
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¿Cómo Juan Pablo Guanipa no le pide perdón a la gente por no juramentarse en el 2017, dado que el organismo era «ilegítimo» y ahora acepta participar frente a un CNE designado por esos mismos que él rechazó? ¿Acepta la «habilitación» de un contralor también «írrito» según sus argumentos?
Por qué no empiezan por admitir ante la gente que se equivocaron. Pidan perdón y no permiso.
Muere el interinato
Los efectos inmediatos de esta situación, no obstante el «leguleyismo» de Ramos Allup, es la muerte del gobierno interino. Para mí, de «Internet». Nunca existió, salvo para manejar los recursos y pagar portales, zares de la comunicación e influencers y viáticos, muchos viáticos. Ni siquiera las vacunas llegaron.
Quizá Guaidó quede como el «Caminante Blanco» de la serie señalada. En política está demostrado que no hay muertos, simple, lo que está muerto no puede volver a morir…
No creo que el régimen pida su salida. Sucederá lo mismo que con otros «presos y perseguidos». Entraron triunfantes. Los que decían tener en su contra orden de captura curiosamente nunca fueron detenidos.
Seguirán las negociaciones para acabar las sanciones, ese es el otro objetivo. Si alguno por casualidad resulta electo debe tener menos problemas. Imaginen ustedes un gobernador de oposición ante el tema de la gasolina.
El régimen sigue ganando las batallas políticas. Los muertos que no pueden morir, serán cogobierno, corresponsables del hambre, del desastre nacional.
Maduro, erróneamente subestimado, con toda razón clavó una certera puñalada a Guaidó cuando le dijo en tono de burla: «…Parte de su mantra se cumplió». Lo que no sabía el joven exmilitante de Venezuela Primero (antes de vendérselo a Leopoldo) es que cesó la usurpación…la de él y no la del que queríamos. Habrá elecciones, para ellos libres, para mí una farsa. Vamos a la transición de un nuevo gobierno en el 2024.
Curiosamente, por mi parte, habrá coincidencia y no por gusto, entre él y yo: no creemos en estas elecciones. Eso sí, él en razón de no morir y yo para que el país no siga hundiéndose en un comunismo anacrónico, como el cubano que prevalece en Venezuela.
El 22 de noviembre pudiera nacer una nueva Venezuela, sin muertos que no mueren porque ya están muertos…