Lo que toca lo quiebra, por Teodoro Petkoff
La histeria estatizadora de Chacumbele ha llegado al colmo de expropiar por segunda vez fábricas que ya había expropiado el año pasado. ¿Se le había olvidado? ¿Incompetencia? ¿Las dos juntas? El domingo anunció la expropiación de varias empresas de Guayana (Matesi, Cerámicas Carabobo, las briqueteras Venprecar, Orinoco Iron y Comsigua y la fábrica de tubos sin costura Tavsa) que ya habían sido estatizadas en julio de 2009 y que desde entonces están cerradas, con sus trabajadores cobrando sin trabajar, lo cual, por cierto, no los hace felices porque su ingreso está reducido al salario básico.
Pero se está dando otro fenómeno que a cualquier gobierno sensato le habría prendido las alarmas. Varias empresas de transporte fluvial tiraron la toalla y pidieron (y consiguieron) su estatización, ante el permanente hostigamiento al que están sometidas por las bandas delictivas que se han apoderado del sindicato de la construcción en Guayana.
Chacumbele reconoce que las empresas de Guayana están arruinadas. Tuvo los riñones de proponerle a los trabajadores que demostraran su «condición socialista» renunciando a los aumentos salariales, a utilidades y dividendos, porque, confesión de parte, «las empresas están quebradas».
Como el más conchudo neoliberal, sin embargo, pretende descargar sobre los hombros de los trabajadores la responsabilidad del derrumbe de las empresas básicas. Sidor se vino al suelo después de su estatización y las del aluminio, desde siempre estatales, no se han levantado nunca bajo el chavismo. Las demás que ha tomado el gobierno, están cerradas.
Sin embargo, este charlatán infinito culpa del desastre al «capitalismo» y pide a los trabajadores que paguen los platos rotos por su incompetente y corrupta gestión. No obstante, tiene razón. Es el capitalismo, sí, pero el de Estado, el causante de esta catástrofe, empeorada después por otra crisis creada también por el capitalismo de Estado chavista, la del sistema eléctrico nacional.
¿Qué justificación tienen estas estatizaciones sin destino? No es, aparentemente, la de incrementar la producción y la productividad de las empresas pues estas se han hundido; tampoco la de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores porque estos no cesan de reclamar. Lo único que prospera es una burocracia estatal, bien pagada, que está ordeñando las empresas al mismo tiempo que las destruye, segura como está de que el fisco nacional se encargará de cubrir su «quince y último». Sin embargo, sí hay un propósito político tras las estatizaciones.
Es hacer de tales empresas una herramienta más de control político, no sólo de sus trabajadores sino de todos los venezolanos. No sólo a los trabajadores de Guayana sino a sus empresas clientes y suministradoras, con sus patronos y sus trabajadores, se les quiere hacer pagar el peaje ideológico y político de esa añagaza llamada «Socialismo del Siglo XXI». Un gobierno como este, con tan clara vocación totalitaria, pretende controlar y regimentar al país nacional en su conjunto, desde los deportistas hasta los niños de las escuelas, y eso pasa por la ampliación del estatismo económico hasta los extremos irracionales que hoy contemplamos.