Los alzados de Miraflores, por Teodoro Petkoff
En este asunto del GRAT hay mucha tela que cortar. Una lectura meramente institucional del episodio nos muestra la existencia de un cuerpo militar, supuestamente de élite, encargado de la seguridad del Presidente, pero que, según las palabras de sus líderes, actuaba al margen y por encima de la jerarquía castrense regular. Se supone que todo lo atinente a la protección del jefe del Estado, desde el punto de vista militar, está en manos de la llamada Guardia de Honor o Batallón Presidencial. Ahora nos enteramos de que por encima de la Guardia de Honor funcionaba el GRAT, con un mando propio, que no obedecía órdenes más que del Presidente y que se podía dar el lujo de desobedecer a sus superiores de la Casa Militar. Esto configura una manifiesta irregularidad, ante la cual llama poderosamente la atención que el ministro de la Defensa no se haya sentido compelido a hablar y que el delicado affaire haya sido manejado más bien por el ministro del Interior, lo cual es bastante extraño.
La verdad es que en las alturas del poder están pasando cosas la mar de extrañas. Se sabe que el Presidente posee también un anillo de seguridad civil, integrado por personal especializado, cuya línea de mando probablemente arranca en el propio personaje al cual debían garantizar la seguridad y no pasa por la escala jerárquica de la Casa Militar. Pero el GRAT no formaba parte de la custodia civil. Son militares y por tanto es incomprensible que pudieran funcionar como un cuerpo de seguridad suplementario, con vida propia, sin estar subordinados a las instancias regulares de la Casa Militar. ¿Desconfianza? Es imposible saberlo, aunque la intempestiva salida del comandante del Batallón miraflorino, general Mata, y su sustitución por el general Lameda, deja las cosas aún más turbias. Todo es tan opaco que las más audaces conjeturas son posibles. Los muchachos del GRAT salieron esposados de Miraflores, pero ¿el cambio del general Mata significa que se tomó en cuenta la denuncia sobre corrupción que hicieron? ¿Cómo saberlo?
Esto nos remite a otra lectura que también sugiere el suceso. Algunos dirigentes del chavismo no oficial o heterodoxo –por llamarlo alguna manera–, tipo Lina Ron, han venido haciendo denuncias estruendosas sobre la corrupción galopante en las altas esferas del gobierno. Los oficiales del GRAT también han hecho de ese tema el centro de su acción. Aunque fanatizados hasta extremos peligrosos, porque parecen de esos que quisieran purificar el país por la sangre, tal vez Chávez oiga en ellos el eco de su discurso del 4F, porque su bandera, en esa oportunidad, su única bandera prácticamente, fue la de la lucha contra la corrupción administrativa. Años después, pero ahora en el poder, a Chávez le toca escuchar denuncias parecidas a las que él formulara cuando se alzó. El poder corrompe, qué duda cabe. El movimiento que creó Chávez no resistió la prueba del poder. No tardó mucho en ser gangrenado por la corrupción. “Quieren hacer de Miraflores un centro de negocios”, dice la gente del GRAT. En el seno del chavismo sobreviven algunos que todavía creen que lo de la lucha contra la corrupción es en serio. Ahora descubren, como los del GRAT –y habrá otros– que frente a las sinrazones del poder chavista no hay “idealismo” que valga •