Los ciclos de la ira, por Aglaya Kinzbruner
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Un invento que se dio hace unos veinte años son los llamados Cat Cafés. Empezaron en Corea del Sur y llegaron al Japón siendo un éxito casi instantáneo. Hoy en día Japón es el país que más cafés de este tipo tiene, unos 150, seguido de cerca por Estados Unidos. Hay uno en Milán muy famoso y varios en Turín, Italia. Este es un país donde más se protegen los gatos y maltratar a un gato puede hasta conllevar pena de cárcel.
Por lo general los gatos en estos cafés son muy bien cuidados, hasta les cortan las uñas, son muy educados y tienen toda una estrategia para entrar y salir del café, ir al baño en una sala adyacente, relajarse un poco y volver al café para pasear, pavonearse y quizás dejarse mimar y acariciar. Algunos de ellos son muy hermosos. Las personas que frecuentan estos café dicen que ese ambiente felino es relajante en extremo.
Traemos a colación esto del relajamiento porque hemos notado en nuestra sociedad una alarmante tendencia a la furia o quizás a la ira que puede incluso traer terribles consecuencias. La ira tiene cinco etapas, el desencadenante, la escalada, la crisis, la recuperación y la última, la depresión. Dante Alighieri, el gran Dante, coloca a los iracundos en el Quinto Circulo del infierno y en el Séptimo los violentos. Sin embargo, los peores de todos, siempre según Dante, son los cobardes, los ni fu ni fa, los que observan algo mal hecho y, por comodidad, no reaccionan.
Sería importante, entonces, al llegar a la tercera etapa de la ira, la crisis, pensar un poco antes que la ira le obnubile al iracundo el cerebro y éste cometa actos que pueden tener terribles consecuencias y luego caiga en depresión que no se quita tan fácil, gato terapia incluida. Si la gente queda congelada en la etapa de la crisis puede pasar a la violencia inédita, total son dos anillos más y convertirse en un terrorista. En nuestro país hay varios terroristas congelados. Sería cosa de preguntarse si son más peligrosos congelados o descongelados. Pensamos que descongelados es mejor porque estarían listos para ser fritos.
Dejando de lado el Infierno del Dante y concentrándonos en el infiernito que nos ha tocado vivir aquí ¿Cómo nos verán desde afuera, un país con 19 mujeres encarceladas, maltratadas, enjauladas, siendo una de ellas activista de los derechos humanos?
Resumiendo somos un conglomerado donde el terrorismo se ejerce de la cúpula para abajo, para los lados y en todo sentido. Y esto, sin embargo, va pari passu, con la estrategia de la puerta giratoria. Este terrorismo recuerda un poco los años en que Al Qaeda era una amenaza. Cuentan de un carabiniere que en la plaza principal de Bolonia, donde surge la basílica de San Petronio, la quinta basílica más grande del mundo adornada de unos bellísimos mármoles rosados, vio a una mujer cargando un niño y un tetero en la mano. Este señor, hombre de familia y más bueno que el pan estaba acostumbrado a ayudar a su esposa en esas noches interminables con niños pequeños. Algo no le cuadraba con la imagen del niño y el tetero. «Dame p’acá el tetero» dijo. Al examinar el tetero, estaba lleno de C4 y la mujer y el niño habían desaparecido.
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Esto recuerda un poco a los Locos Addams y su relación con Dedos. Dedos es una mano que siempre parece indicar el camino, es todo un personaje que siempre va delante y parece mostrar algo difícil de adivinar. Sus padres son dos manos y se sospecha que su desarrollo se encuentra truncado por una antigua maldición.
Pero sursum corda, ¡alégrense corazones! En contra de lo que opinaba Albert Einstein, ¡la estupidez no puede ser infinita!
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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