Los habladores de vaguadas, por Laureano Márquez
- Parece que el arte de gobernar una nación tiene mucho que ver con la capacidad de adelantarse a los acontecimientos y ser previsivos. Como colectividad no hemos entendido la enseñanza del cuento de los tres cochinitos: nada que se construya a punta da paja ha de perdurar.
- Según dicen algunos expertos, no es cierto que cayo más agua este año que durante la tragedia de 1999. Tampoco parece una explicación razonable la de que los ricos se agarraron los terrenos mejores y les dejaron a los pobres justo aquellos que iban a arrasar las aguas. El análisis marxista no puede dar para tanto.
- No se entiende qué hacía el presidente del CNE acompañando al gobernador de Miranda en momentos en que éste requiere expertos en cualquier otra materia, menos en la electoral. Tampoco se comprende por qué el jefe, cuya presencia sí que era requerida por todos, tarda tanto en aparecer, mientras que, cuando no hace falta, está en todos lados y a toda hora encadenado cual big brother.
- La solidaridad de los ciudadanos es importantísima, pero no debemos olvidar que la mayor muestra de ella es nuestra voluntad de construir un Estado para que responda por las necesidades de todos y maneje eficientemente los bienes de la comunidad en su provecho. Por eso cabe preguntar que hizo el gerente del Estado con el billón y medio que le dimos para la atención de Vargas.
- Requerido el susodicho sobre denuncias de fallas en las tareas de reconstrucción del litoral por Jesús Rivero, de Globovisión, responde que «habría que ver quién lo dice». Informado de que lo dice Genatios, que habría que ver qué dijo Genatios y qué entiende él por «trabajos mal hechos» e incluso por «trabajos». Bueno, así -obviamente- no hay discusión posible. Es el cuento del Gallo Pelón, claro estamos en su año y muy cercanos a China.
- Es verdad, la naturaleza inclemente, entre otras calamidades, se ha ensañado en contra de nosotros. No es menos cierto que el clima mundial está siendo alterado por el hombre en su lenta, pero segura, marcha hacia la auto aniquilación. Pero también es indiscutible nuestra terquedad en no aprender las lecciones, no sólo ya las que nos da la historia, sino, incluso, las de la naturaleza, que son como más claritas. Esto nos confronta con un hecho esencial de nuestro destino: todo seguirá igual y no haremos sino retroceder, mientras no entendamos que la única manera de que este país salga adelante es que esté en manos de verdaderos administradores, de gente calificada, inteligente, previsiva, honesta y no, como ha estado siempre, en manos de habladores de vaguadas, como uno de cuyo nombre no quiero acordarme, pero que estoy viendo en este momento.