Los presos de Cuba, por Simón Boccanegra
Con el atronador ruido de las bombas cayendo sobre las ciudades iraquíes casi no se ha oído el causado por la oleada de detenciones practicada en Cuba contra los disidentes internos. Esto realmente no tiene ninguna justificación y mucho menos la que ha sido presentada oficialmente: que esas personas se habrían reunido con el jefe de la oficina norteamericana en La Habana. Esta disidencia interna, cuyo representante más emblemático es Vladimiro Roca, hijo del ya fallecido líder del partido comunista cubano pre Fidel, Blas Roca, trata de abrir el casi imposible camino democrático para reclamar un espacio político en la sociedad cubana. La respuesta del régimen, hasta ahora, ha sido la de siempre: toda actividad política en Cuba, que no sea la oficial, es machineada por los Estados Unidos y por tanto está prohibida. A estas alturas, sin embargo, esa coartada ya está oxidada.
No nos pueden seguir cortando con ese cuchillo de palo. No ha sido el económico el mayor fracaso de la experiencia fidelista, sino el político: haber construido una sociedad donde ha sido establecido el delito de pensamiento, congelada en el tiempo a la espera. Como en la España de Franco, que fallezca el caudillo para poder abrir las ventanas.