Los Roffé, por Fernando Rodríguez
Hace unos días murió mi gran amiga Violeta Roffé, en verdad ya se había ido de la realidad hace tiempo. Por su avanzada edad y su larga enfermedad se había rodeado de silencios y distancias. Éramos tan pocos el día de su viaje final. Pero, además y sobre todo, porque les era consustancial a ella y a su gente dos virtudes mayores: la discreción y el desprecio del éxito banal. Pero de alguna forma, siempre pasa a la larga, renacerá porque pertenece a una estirpe tan noble y tan escasa hoy que se recordará cuando brille de nuevo el sol nacional y la inteligencia ponga cada cosa en su justo lugar. Porque Violeta hizo tanto por esta tierra hoy devastada.
Ella y su hermano Alfredo intentaron, cuando en ninguna parte se hablaba de ello, acaso solo algunos visionarios, la primera comuna , igualitarista, tan magníficamente utópica como las de los años sesenta, solo que sin acompañamiento de rock. Fracasaron desde luego. Pero sembraron premoniciones.
Luego, también con Alfredo, dejó su mayor legado al país, la revista y la librería Cruz del Sur. La librería sirvió de ateneo, de guarimba ilustrada, a los intelectuales que se movían en las sombras de la dictadura de Pérez Jiménez. Allí germinaba la cultura venezolana que emergería briosa y esperanzada el año de gracia de 1958.
La revista, nunca apreciada en su justo valor, sacada con tesón y valor contra censuras y amenazas, es el verdadero inicio periodístico de la modernidad nacional. Allí se hablaba, casi por primera vez, de cosas como fotografía, de crítica sesuda de cine, de novedades arquitectónicas, de nuevas ideas para la democracia por venir, de existencialismo y socialismo…en fin de lo que no se hablaba en público y muy poco en privado. Esa revista hay que volverla a leer y situarla en el lugar preeminente que le corresponde. Los que quedan de esos años saben vivencialmente de su inmenso valor.
Y luego concibió otras utopías, como comercializar la artesanía popular. Para que los artesanos pobres y desprotegidos pudieran mantener ricas tradiciones y obtener de ellas su sustento, Arte y vida se llamó con tino. Y hubo una estupenda experiencia piloto en el pueblo de Tarma, camino del litoral central. Allí destacados artistas trataron de afinar y repotenciar los saberes ancestrales. No salió por supuesto, pero engendró ideas que hicieron caminos.
Y podríamos seguir hablando de sus escritos, un par de libros osados e indagadores, su apoyo a las publicaciones culturales buscándole sustentos solo con su prestigio y carisma. O su militancia en la izquierda que todavía soñaba con un mundo justo e igualitario, cuando no había mostrado su lado pérfidamente equivocado.
Pero lo que yo recuerdo con más afecto es su generosidad sin medida. No había sufriente que pasase a su lado que ella no lo convirtiera en una causa. Ese poeta alcohólico y pobre, ese pintor sin brújula pragmática…a todos le tendía la mano, de verdad
Todo eso y más va a volver a la memoria nacional. Y he titulado este artículo en plural porque es una casta esa familia de hacedores de maravillas y que debemos recuperar. Nada menos que Alfredo y Ambretta, su mujer por muchos años, que le hicieron entender al país que el cine es un asunto perfectamente serio
Es un capítulo largo que no vamos a tocar aquí pero que a mí me concierne hasta en el alma, fueron en muchos aspectos mis maestros y de muchos. Y hay músicos, pintores, teóricos de la economía, geógrafos, arquitectos de los que debemos enorgullecernos. Esa sí es la gran Venezuela y no la del petróleo caro, mucho menos de los militares maulas y déspotas.