Los «tesoreros» que ejemplifican lo que es el chavismo, por Sebastián Boccanegra
El caso de la enfermera tesorera Claudia Díaz ejemplifica lo que es el chavismo. Al igual que lo hace quien la antecedió en el cargo, el capitán Alejandro Andrade. Son un retrato de cómo el difunto “eterno” entendía que había que manejar la administración del Estado venezolano.
Lo importante, lo único importante, era la lealtad para con el prócer de Sabaneta. Lo demás era accesorio. Que la persona estuviera preparada para el cargo que iba a desempeñar no era lo importante. Uno podía ser capitán del Ejército o enfermera y, por la gracia del líder supremo, convertirse en tesorero o tesorera, así lo único que hubiera administrado en su vida fueron sus cuentas personales y no supiera resolver una regla de tres.
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Hace años nos contaron la anécdota de un general a quien el difunto “eterno” nombró presidente de una empresa procesadora de aluminio. Este general tuvo la honradez de decirle al prócer de Sabaneta que no tenía ni idea del negocio del aluminio y que no era el indicado para el cargo. La respuesta del líder del golpe de Estado del 4F fue que si estaba al mando de una división de 1200 hombres, podía manejar una empresa que tenía 300 trabajadores. ¿Qué tal?
Ni Andrade ni Díaz se negaron a ejercer un cargo para el cual no estaban preparados, algo que es común en la burocracia chavista, y el país lo ha pagado caro. Además de lo anterior, ambos también demostraron que no tenían ningún problema en utilizar ese cargo para beneficio personal y embolsarse una buena cantidad de dinero. Lo que también es una “marca” del chavismo.
Ambos representan lo que ha sido la conducta de demasiados personeros del chavismo. Incompetencia, incapacidad para ejercer los cargos para los cuales son nombrados y corrupción a raudales. Andrade hizo un acuerdo con la justicia del imperio y lo condenaron a 10 años de cárcel. Se calcula que robó 1000 millones de dólares. Una vainita. Lo curioso es que quien los nombró nunca se enteró —o por lo menos no lo demostró— de las andanzas de sus subordinados. Lo engañaron, dicen, ajá.
Ahora bien, estos personajes no eran capaces de ejercer el cargo para el que fueron designados, pero sí supieron rodearse de gente que les dio las herramientas para robar. Robo en el cual también tuvieron que tener participación esos asesores, quienes hasta el momento han salido ilesos de todas estas investigaciones. Si Andrade y Díaz pagan con cárcel sus corruptelas, quienes los apoyaron en las vagabunderías deben correr la misma suerte.