Luego de 23 años el miedo a que se repita la tragedia de Vargas está latente
Integrantes de cuerpos de seguridad e investigadores han asegurado a TalCual que el desbordamiento de los ríos y la anegación de las arterias viales apenas llueve, desmienten los planes preventivos que el gobierno regional dice haber ejecutado. Las lluvias de los últimos meses causaron el desbordamiento de ríos en la entidad y han dejado entre los ciudadanos la sensación de que la historia podría repetirse
Este 15 de diciembre se conmemoran 23 años de la Tragedia de Vargas, sucesos que se derivaron de lluvias torrenciales que llevaron al entonces presidente Hugo Chávez a decretar emergencia nacional un día antes de la catástrofe. Luego de más de dos décadas expertos e integrantes de cuerpos de defensa y seguridad de la entidad y el país aseguran que una nueva tragedia podría estar en puertas por la desidia del Gobierno.
Expertos han asegurado a TalCual que el desbordamiento de los ríos y la anegación de las arterias viales apenas llueve, desmienten los planes preventivos que el gobierno regional dice haber ejecutad. A finales de octubre, habitantes de Macuto, al este de la entidad, vivieron momentos de incertidumbre por las crecida de la quebrada El Cojo.
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La fuerte corriente se salió del caudal y arrasó con varias estructuras, como fue el caso de las residencias Agua Marina, en la que uno de sus muros de contención cedió y el agua ingresó la zona residencial. Vecinos de la zona denunciaron que el caudal que encausaba la quebrada se tapó por excedente de sedimentos, acumulados después de días de lluvia.
Es mismo día se reportó la crecida de los ríos Macuto, Camurí Chico y San Julián, todos contiguos, lo que ha provocó que las calles de estas zonas quedasen bajo agua, mientras los varguenses temieron que la historia se repita.
En la entidad el desastre constantemente deja de ser un recuerdo ausente. Para quienes vivieron la tragedia el miedo a que se repita la historia cada vez que llegan las lluvias está latente. En cambio, quienes no lo vivieron o eran en ese momento demasiado pequeños para recordarlo, apenas tienen referencias por boca ajena.
Tragedia en la memoria
Los hechos de los días 14, 15 y 16 de diciembre del 99 quedaron plasmados en la memoria de los venezolanos y a 23 años aún se suceden los minutos de silencio por las pérdidas humanas. También suponen los días en los que ocurrió el peor desastre natural de la nación, luego del terremoto de 1812.
Durante esas 72 horas Maiquetía, La Guaira, Macuto, Caraballeda, Tanaguarena y Carmen de Uria se convirtieron en zonas devastadas. Edificaciones enteras fueron arrastradas y se instaló una especie de realidad dual en la entidad: pr una lado, la de quienes se convirtieron en víctimas de los embates de la naturaleza; y por el otro, la que apenas percibían los que estaban en distintos sectores del Litoral.
La cifra de fallecidos es aún un misterio. Según cálculos de la Cruz Roja Internacional el número de víctimas fatales ronda los 50.000. Otras estimaciones que se han dado desde entonces contabilizan en menos de 1.000 las personas que perdieron la vida.
El investigador venezolano Rogelio Altez advierte en Muertes bajo sospecha: Investigación sobre el número de fallecidos en el desastre del estado Vargas, Venezuela, en 1999, publicado en Cuadernos de Medicina Forense (Málaga, octubre 2007), la ausencia de metodologías y sistematizaciones para la atención de los cadáveres. Esta circunstancia impide establecer cifras oficiales sobre el número de víctimas, señala en su escrito.
Por su parte, Ángel Rangel, quien estuvo al frente de Defensa Civil (DC) en aquel momento, dijo en conversación telefónica con EsPaja.com que «es difícil precisar el número de muertos, la magnitud del desastre y sus características impiden determinar la cifra exacta».
Rangel, conjuntamente con el entonces ministro de Defensa, Raúl Salazar, dirigían las operaciones de salvamento y rescate en el litoral central.
Mal que se arrastra
Cuando ocurrió la tragedia de 1999 en el estado Vargas, la precariedad en el desarrollo urbano era notoria. Así como también el congestionamiento de la red vial, el deterioro de los servicios públicos, la ausencia de programas de emergencia y la carencia de obras hidráulicas para el control de torrentes. Así lo refirió el exministro de Ciencia y Tecnología y de Desarrollo Urbano Carlos Genatios, en la investigación Vargas: Desastre, proyecto y realidad.
El estudio presentado ante la Academia Nacional de Ingeniería y el Hábitat recuerda que las lluvias anuales en la entidad son de 510 milímetros (mm) de agua pero en 1999 se multiplicaron casi cuatro veces hasta alcanzar los 1.910 mm.
Solo el 14, 15 y 16 de diciembre -días en los que ocurrió el deslave- se reportaron 911 mm de agua producto de las fuertes lluvias, lo que condujo a que los riachuelos se convirtieran en grandes ríos que con pendientes mayores a los 30 grados se lo llevaron todo a su paso en un gran alud torrencial.
240.000 personas resultaron afectadas, mientras que otras 100.000 fueron evacuadas. 8.000 viviendas quedaron destruidas al igual que cinco hospitales y ambulatorios. Tras el deslave 85% de la vialidad troncal fue arrasada, junto a 30% de las escuelas del estado.
«La tragedia obligó a entender, de una manera brutal, que un desastre no es sólo el producto de un fenómeno natural, sino, sobre todo, de la intervención humana, del bajo nivel de desarrollo social, de la falta de planificación, y de la debilidad institucional», infiere Genatios.
A su juicio, lo ocurrido dejó claro cuán vulnerable es la sociedad venezolana en los temas de prevención de desastres por las lluvias excepcionales y que no ha cambiado pese al paso de los años y a los intentos que se hicieron para prevenir los desastres de esta índole en Vargas.