Madame K, por Simón Boccanegra

Este minicronista está asombrado de cómo a los comentaristas políticos y a los medios se les pasó por alto la visita de la senadora Cristina Fernández, esposa de Néstor Kirchner. Estuvo la señora en el acto conmemorativo de los 40 años de la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV), que congregó a representantes del judaísmo mundial, amén de todos los embajadores europeos y latinoamericanos —y hasta los de Egipto y Marruecos—, amén de los de la OEA y la Unión Europea. No era un acto cualquiera, pues. La Señora K fue la oradora central de esta reunión, donde sólo faltó el gobierno venezolano. Fue una descortesía mayúscula, pero no un error de protocolo. Nicolás Maduro y sus acompañantes dejaron las sillas vacías, en un gesto de obvia connotación política. Madame K habló para los judíos de aquí y los de Argentina, donde se encuentra la mayor comunidad israelita en la diáspora, después de la de Estados Unidos. Factor electoral de mucho peso en la política sureña. Su mera presencia en Venezuela, en esa velada precisamente, ya estaba cargada de una significación que no podía complacer a Yo El Supremo, tan amigo de Ajmadineyad. Dijo cosas importantes Madame K. Habló, con propiedad y elocuencia, de derechos humanos, de lucha contra la intolerancia y la discriminación, de democracia, democracia sin apellidos. Pidió a los judíos apartar los temores porque “Latinoamérica no toleraría violaciones masivas de derechos humanos”. Parecía un mensaje con destino. La doctora Kirchner, de la cual todos los sondeos indican que sería la próxima Presidente de Argentina de no presentarse su marido a la reelección, debe haber tomado debida nota de la ausencia de quienes han debido estar y no estuvieron.