Maduro, entre las redes y la desesperanza, por Griselda Reyes
Twitter: @griseldareyesq
Hace unos días, escribí un hilo en Twitter citando una frase que dijo el presidente Nicolás Maduro a propósito de lo que le gustaría que hiciera EE.UU. Para ser fiel a sus palabras, él manifestó que «sería bonito que cesaran las guerras, los bloqueos y las campañas de EE.UU contra Venezuela».
Le respondí en términos respetuosos y dejé mi inquietud en torno a lo que, a mi parecer, sería más bonito: que cesaran los ataques, la guerra psicológica y las descalificaciones desde el Gobierno hacia los venezolanos. Le pedí respeto y tolerancia y manifesté que no puede obligar a 30 millones de venezolanos a pensar como él; o a abrazar un modelo que tiene en pobreza a más de 90% de la población y que ha hecho partir a más de 6 millones de compatriotas.
Si bien indiqué que estoy de acuerdo con que EE.UU levante las sanciones que pesan sobre Pdvsa, también dejé claro que me gustaría ver que la industria petrolera retome la misión y visión para la cual fue concebida y nos regrese a los competitivos mercados internacionales. Pero además, que los recursos que aporta la industria petrolera se traduzcan en mejoras palpables para los venezolanos: hospitales operativos, escuelas funcionando, servicios públicos estables, acceso oportuno a las telecomunicaciones. Y sobre todo, que el propio sistema sea capaz de combatir la corrupción a lo interno de Pdvsa.
Fui clara en cuanto a que me encantaría que su gobierno levantara los controles que quedan sobre la economía: que se permita la libre convertibilidad de la moneda; que disminuya el encaje legal; permita el regreso de las casas de bolsa; que la banca pueda financiar a los productores nacionales; que haya igualdad de condiciones para productos nacionales e importados; que revise cuidadosamente la política tributaria.
No puedo estar a favor de medidas que se traducen en más pobreza, hambre y miseria. Ni aquellas que derivan de bloqueos externos como tampoco de la improvisación de políticas socioeconómicas que solo representan pan para hoy y hambre para mañana. Porque les guste o no, con bolsas de alimentos y bonos –que no llegan a la totalidad de la población, creando una profunda discriminación–, el país no avanzará.
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Y terminé señalando que los venezolanos exigimos, además de respeto, condiciones y reglas claras para que se generen empleos y salarios que garanticen calidad de vida.
Casi de inmediato se activó la fauna de la desinformación: bots, trolls y cyborgs que iniciaron los consabidos ataques a un mensaje, cuyo propósito es llamar a la unidad entre ciudadanos para afrontar los retos electorales que vienen en pocos meses.
¡Guerra avisada no mata soldado! Un día después del mensaje, el propio Nicolás Maduro dijo –en una de sus tantas alocuciones transmitidas por todos los canales del Estado venezolano–, que su partido, el PSUV, estaba listo para enfrentar las batallas electorales de 2024 y 2025. En la primera se elegirá al Presidente de la República, y la siguiente será una megaelección que abarcará diputados a la Asamblea Nacional, gobernadores de estado y alcaldes. Para ninguna de ellas estamos preparados.
¿Cómo podemos generar esperanza en ese venezolano que no cree en el gobierno –pero tampoco en la oposición– si ante cada propuesta que se hace salen las plañideras de oficio y los profetas del desastre a vaticinar derrotas y descalificar, difamar e injuriar a quien hace un planteamiento razonable?
Sé que Twitter no es Venezuela, como tampoco lo es Facebook, Instagram, TikTok o cualquier otra red social. Pero ojalá estos sicarios digitales que hacen mal uso de las plataformas, emplearan sus conocimientos y destrezas para hacer algo positivo por un país que se hunde de a poco en el lodazal desde hace 23 años y en el que, posiblemente, muchos de ellos estén revolcándose.
Necesitamos crear, a lo interno, condiciones para que quienes nos oponemos a Nicolás Maduro podamos entendernos: establecer la estrategia nacional de saneamiento de la política, en todas sus variables de dirección, comunicación y organización. Y sobre todo, convertirnos en una verdadera alternativa a la oposición y al propio chavismo. Porque sería mezquino de nuestra parte pretender que el chavismo, como fuerza política, no existe. Aún, hay miles de venezolanos que creen en el proyecto que se les vendió y no pueden ser desestimados.
Pero también tenemos que manejar las herramientas necesarias para que los ataques mediáticos no nos distraigan de nuestro objetivo común y, por el contrario, nos ayuden a retomar la conexión con la ciudadanía, la cual, indiscutiblemente, pasa por vincularnos emocionalmente con los venezolanos.
En fin, aprovechemos las bondades de las redes sociales como espacios virtuales conformados por una extensa comunidad de individuos, para multiplicar la labor de millones de hombres y mujeres venezolanos que a diario, y casi siempre de manera imperceptible y silenciosa, dejan su huella ciudadana en todo lo que tocan. Convirtámoslas en un arma tecnológica poderosa, en un instrumento de esperanza. Una Venezuela distinta está emergiendo, y muchas manos, en estos momentos, la están construyendo.
Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.
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