«Magnicidio», por Simón Boccanegra
Ya no hay novedad alguna en el repertorio de los temas electorales de Atila. Puro periódico de ayer. Disco rayado. Cuando no es «vienen por mi» es «el que no está conmigo está contra mí». Cuando no es la «oligarquía apátrida» es «el imperio». Pero la reina de sus piezas de ajedrez es el tema del «magnicidio». Cuando él mismo comienza a sentir que sus argumentos parecen un barril vacío rodando por un pedregullero -puro ruido-, apela al viejo truco de que lo quieren matar. Once años tenemos calándonos el mismo tango sin que jamás nos hayan sido presentadas evidencias de tan siniestros planes. La primera vez, en 1999, fue cuando detuvieron, en Ciudad Bolívar, a un tipo dizque con un rifle con mira telescópica. Resultó ser un cazador con una escopeta vieja y lo soltaron ahí mismito. Dada la temprana época puede presumirse que hasta pena les habrá dado. La única vez que Atila mostró algo que podía parecer una prueba fue cuando blandió en televisión una bazuca con la cual supuestamente iban a tumbar el avión presidencial aterrizando en Maiquetía. Lo curioso fue que capturaron el arma pero no a quien o quienes la portaban. De ahí pa’lante, cada vez que hay elecciones, Atila desempolva el cuento. Hace unos días le dio por decir que el Mossad israelí tiene planeado echárselo al pico. Después, que los planes se están cocinando en Colombia.
Nunca una prueba sino pura muela.Es como un reflejo condicionado. Si su propia gente se pregunta, por ejemplo, cómo es eso de que la comida se pudre en los puertos, Atila no lo piensa dos veces y se sale por la tangente con la fabula de que lo quieren matar. Ya hasta los embustes se le han vuelto predecibles. Pronto vendrá el show de la mirada soñadora, mirando los topochales de Sabaneta, con el discurso de paz y amor.