Manda el hampa, por Teodoro Petkoff
En la comisaría del Cicpc en Caricuao el pasado martes 6 a las 10 de la noche alguien recordó que era necesario llevar unas estadísticas a la sede central de la policía judicial. No habiendo quien lo hiciera, el joven detective Nelson Mármol Gómez se ofreció para hacerlo en su propio auto. Cumplido el cometido, cuando regresaba a Caricuao fue interceptado por un grupo de malandros que lo acribillaron a balazos y se llevaron el carro. El detective asesinado era sobrino del ex director de la PTJ y ex ministro de Justicia, Fermín Mármol León.
El director del Cicpc, Marcos Chávez, al comentar el crimen, no tuvo nada más inteligente que decir sino que el muchacho no tenía por qué haber ido a la central; por Internet habría podido enviar los datos. Casi sugirió que el infortunado Nelson Mármol se lo buscó. En otras palabras, dijo Marcos Chávez, si usted no quiere ser asaltado y, eventualmente, asesinado, no salga de su casa. El jefe de la policía confiesa, involuntariamente, la incapacidad de los cuerpos p o l i c i a l e s del Estado de garantizar la seguridad de la ciudadanía. Nos dijo, en dos platos, que la policía no puede con el hampa. A confesión de parte, como dicen los juristas, relevo de pruebas.
Pero, no es sólo la policía. Es el Estado y, más concretamente, el Gobierno, quien no encuentra manera de hacer frente eficientemente a esta calamidad social, la peor que estamos padeciendo, según la mayoría de los venezolanos –registrado el dato por todas las encuestadoras. La ineficiencia policial es apenas una proyección de la terrible ineficiencia del Gobierno. Desde hace nueve años el país viene viviendo el colapso de la administración de justicia y la horrenda situación de cárceles y penales.
Ambos escenarios de la lucha contra la delincuencia son hoy, más bien, poderosos factores generadores de criminalidad. Pero, la primera trinchera en ese combate es la de los cuerpos policiales. Casi ninguno en el país está exento de señalamientos sobre corrupción, brutalidad, asesinatos mal llamados extrajudiciales (como si pudiera haberlos «judiciales»).
La Policía Nacional nace poco auspiciosamente. El ministro Rodríguez Chacín anuncia, entre sus primeras medidas, la investigación de la Policía de Chacao, una de las pocas que pareciera funcionar correctamente.
Luce más bien como retaliación. El ministro parece más preocupado por pasar facturas por lo del 11A. Para colmo, informa del envío de un grupo de agentes a Cuba y Nicaragua, para «entrenarse en relaciones con la comunidad». ¿No sería más adecuado enviarlos a países y ciudades, aquí mismo en América Latina, donde se han tenido algunos éxitos en la acción policial contra el delito? ¿Qué tal Bogotá, Medellín o Lima, por ejemplo? No es de extrañarse, sin embargo: la Policía Nacional es «subversiva», según sus propias palabras.