Mandela y Mugabe, por Simón Boccanegra

En los días que corren se están celebrando en el mundo entero los noventa años de Nelson Mandela. Coincide este jubileo con los horrores que protagoniza Robert Mugabe en Zimbabue. Sirva la ocasión entonces para contrastar ambas personalidades africanas. Los dos emergen dentro del contexto de la gran oleada descolonizadora de la segunda mitad del siglo anterior. Mugabe, como cabeza del movimiento independizador de la antigua Rhodesia –así bautizada por el nombre del explorador colonialista británico Cecil Rhodes– y Mandela, como líder del Congreso Nacional Africano, el partido que dirigió la lucha contra la monstruosidad del apartheid. Sus 27 años de presidio fueron el símbolo luminoso que mantuvo vivo, nacional e internacionalmente, el combate contra la discriminación y la opresión racial en su país. El apartheid fue finalmente derrotado pero Mandela asumió la sociedad surafricana en su totalidad con sus negros y sus blancos. Una larga y vergonzosa historia de opresión, represión, discriminación y humillación no fue pretexto para la venganza; la larga mirada de este estadista casi sobrehumano le permitió ver que sólo colocando el nuevo Estado sobre bases multiraciales, así los negros fueran cien millones y los blancos apenas cuatro, se haría viable la futura sociedad. Suráfrica es hoy una de las más pujantes sociedades del planeta. Con Nelson Mandela llegó la democracia a Suráfrica. Pero, además, contando con el amor ilimitado de su pueblo, que le habría permitido ser presidente vitalicio de haberlo querido, Mandela, cubrió sólo un periodo de cuatro años y, con modestia y humildad, abrió paso a la generación que lo seguía. Hoy, su figura patriarcal es amada y respetada en el mundo entero. ¡Qué contraste con el siniestro Robert Mugabe, quien de héroe de la patria nueva se transformó en este monstruoso dictador, vergüenza de su país y de África! Razón tiene Lula: cuando alguien se cree indispensable y único es porque esconde el alma de un ditadorzinho.