Maratón de la mentira, por Simón Boccanegra
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En su insoportable monólogo con los periodistas extranjeros, Chacumbele se sobrepasó a sí mismo. Dijo que en la campaña de 1998 los medios no le habían dado prácticamente ningún espacio. Vaya mentirota. Chávez ganó navegando sobre una ola mediática. La prensa escrita, la radio la televisión se le abrieron muy generosamente. Todos los canales registraban detalladamente sus pasos, en especial Venevisión. Su primer ministro de Secretaría fue el para entonces director de El Nacional, Alfredo Peña, y su primera ministra de Información fue la para entonces esposa del propietario de ese mismo diario. A tal punto llegó el agradecimiento de Chávez para con los medios. Otra de sus falsificaciones de la historia es que el 11A lo iban a fusilar. En lugar de reivindicar la sensata razón política de esa, su segunda rendición, que fue lo correcto, vive con el complejo de ella, así como de la primera, el 4F, siempre inventándose la épica de que carece. Nunca hubo tal intención, porque de haberla habido, oportunidades no les faltaron a los golpistas. Ya embalado en el maratón de mentiras, Chacumbele llegó a afirmar la fantasiosa ocurrencia de que la oposición había quemado ejemplares de la Constitución. Lo más cómico fue que había perdido Petare porque «eso está lleno de ricos, pudientes y racistas», y que eso explicaba su derrota. Por otro lado, soltó la hipermentira de que la oposición tenía siete gobernaciones. Atribuyó a ésta las gobernaciones de Guárico, Carabobo, Trujillo, Aragua y Sucre, como si ellas no hubieran sido ganadas dentro del contexto de la ola chavista de 2004. La guinda de aquel coctel de falsedades fue cuando en una cursilísima evocación de las esquinas de Caracas, que vaya uno a saber a son de qué venía, afirmó que el mariscal Sucre había nacido en Caracas. Ramón Martínez debe estar pensando en una marcha de protesta hacia la capital del país.