Margot, por Fernando Rodríguez
La señorita Benacerraf sin la menor duda hizo la película mayor, tutelar, clásica, insuperada del cine venezolano y que ha sido reconocida entre las grandes realizaciones fílmicas latinoamericanas de cualquier tiempo. Y sigue hoy tan viva, tan extraordinariamente bella, como hace más de medio siglo cuando la forjó una joven cineasta hasta entonces casi debutante, y en Venezuela no había habido sino unos cuantos quijotes que habían hecho algunas películas de ficción sueltas y sin demasiada prestancia, en parte perdidas.
Es de asombrarse tan solo por eso, por una imprevista y gran obra –no solo del cine, de la cultura nacional más perenne- que fue reconocida planetariamente, para empezar con uno de los grandes premios del Festival de Cannes, antes y ahora uno de los altares consagratorios del cine.
Pero creo he escrito mucho y hablado mucho sobre ésta, Margot y yo recorrimos media Venezuela y algunos países presentándola, hace ya unas tres décadas, cuando yo dirigía la Cinemateca Nacional y ella era mi ilustre asesora y carta de presentación, para aprovechar estas líneas en otros ámbitos de su personalidad y mi afecto por ella. A esa admirable película hay que agregar un mediometraje documental Reverón, de valores y testimonios muy ciertos y logrados, su primera producción.
El resto de su larga vida la dedicó a promover el cine como nadie en Venezuela. Para empezar fundó la Cinemateca Nacional, utilizando básicamente sus contactos con la gran cinemateca de la hora, la francesa. El que escribe no puede olvidar la alegría de los cinéfilos locales, a los cuales les era vedado ver la historia del cine, al poder acceder a un enorme ciclo del cine mudo mundial con el que se estrenó la sala. Dotó a la Facultad de Humanidades de la UCV de una videoteca con miles de títulos. Y propició ciclos, invitaciones, encuentros, fundaciones, producciones, contactos con el exterior, etc. Un demesurado amor por el séptimo arte.
La pregunta que suelen hacerle a uno a menudo es por qué Margot no hizo más cine después de ese triunfal inicio. Después de haber compartido esos años de cinemateca y amistad con ella, responderé brevemente. No sé. Tenía todo, buena posición económica personal, holgadas posibilidades de eventual financiamiento, su desbordante talento, pasando por innúmeras relaciones con todo el cine europeo y latinoamericano, y más allá del cine. Picasso fue su amigo y Orson Welles y Buñuel y todos los demás. García Márquez escribió un extraordinario guion para ella, La cándida Eréndira y su abuela desalmada, que no se hizo y vaya a saber usted por qué.
Pero demasiado te debemos Margot para estar elucubrando sobre lo que nos hubiese podido dar, enorme plenitud hubo en tu destino. Y, por último, quiero cerrar este adiós triste con mi agradecimiento por esos años de luces y fraternidad en que tuve la enorme suerte de contar siempre contigo.
Fernando Rodríguez es filósofo. Exdirector de la Escuela de Filosofía de la UCV.
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