Marramucia, por Teodoro Petkoff
Lo de la Comisión de la Verdad es realmente un escándalo. Tres meses después de los crímenes del 11 de abril, en la Asamblea Nacional está empantanada, casi hasta la asfixia definitiva, la ley que debe crearla. Cuando la decisión de la jueza Sandoval ha puesto en serio entredicho la administración de justicia en la Quinta, la actitud del MVR en el Parlamento hace pensar que quiere una Comisión de la Verdad con mayoría de clones de la doctora Sandoval. Para que, por supuesto, no haya nunca verdad, o haya dos, como es uso ahora y quede la duda. La Comisión de la Verdad surgió de la necesidad de investigar de manera independiente y autónoma los sucesos de abril. Fue propuesta para que sirviera de prenda de la disposición del gobierno no sólo de rectificar conductas equivocadas sino de no taparear nada en aquellos deplorables acontecimientos. El propio fiscal general reconoció la falta de credibilidad de la institución que preside y designó una especie de grupo de veedores independientes para que vigilara la actuación de los fiscales que investigan los hechos. En el ambiente de golpes de pecho que siguió al 11A, el gobierno aceptó la idea e incluso reconoció la pertinencia de la solicitud hecha por las ONG de derechos humanos para que la comisión tuviera el soporte de una ley. De hecho, ésta ya fue aprobada en primera discusión. Pero en la segunda surgió la tranca. El MVR quiere una comisión a su medida y no deja que se termine de aprobar lo que ya cuenta con el aval de la primera discusión.
Esto recuerda mucho los tiempos posteriores al golpe del 4F. Mientras duró el shock del alzamiento, el Congreso promovió la Reforma Constitucional (y CAP por su lado, igualito que Chávez, pregonaba propósitos de enmienda) y designó la llamada Comisión Caldera para que elaborara el proyecto de aquélla. Ya se sabe que el debate en el viejo Congreso llegó hasta el artículo sobre la libertad de expresión, que desató las iras de los dueños de medios y el pánico de los políticos de la Cuarta, y con el artículo enterraron también la reforma misma. De ahí en adelante, a medida que el susto se evaporaba, los partidos volvieron a sus prácticas de siempre y el resto es historia.
Pues así estamos ahora. Disipado el susto del 11A, el MVR olvida los mea culpas y las apelaciones a la reconciliación y vuelve a ser el partido sectario y prepotente que cuando pierde arrebata. Ya el MVR no quiere investigación independiente. Si con la de la Fiscalía han aparecido siete pistoleros con el hierro chavista, una Comisión de la Verdad independiente y autónoma tal vez, piensan los próceres revolucionarios, vaya a saberse qué no encontraría que ponga en aprietos a la «revolución». Después de lo de la jueza Sandoval, pendiente de una apelación sobre la cual no queremos prejuzgar, lo de la ley para la Comisión de la Verdad adquiere ribetes trágicos. Es toda una marramucia para asegurar la impunidad y para que prevalezca la mentira.