Martínez Meucci: en Chile confluyeron la legítima protesta con las acciones extremistas
Para el profesor venezolano de la Universidad Austral de Chile, no deben desestimarse los vínculos existentes entre diversas fuerzas políticas que comparten los mismos objetivos en la región
El especialista en conflictos políticos Miguel Martínez Meucci, considera que en las protestas chilenas se ha combinado un malestar legítimo y genuino de la ciudadanía como la acción de grupos extremistas que buscan un cambio radical del sistema político.
La semana pasada, el alza del precio del pasaje en el metro de la ciudad de Santiago de Chile, de 800 a 830 pesos ($1,20), desencadenó una serie de protestas en el país en rechazo a las desigualdades y la carestía de la vida. Las manifestaciones violentas que se extendieron por varios días culminaron con barricadas, saqueos, destrozos, el incendio de 78 estaciones del subterráneo y 19 muertos (hasta el viernes), incluido un menor de cuatro años de edad.
A pesar de que el 19 de octubre el presidente Sebastián Piñera revertió el aumento del pasaje del metro, las protestas continúan. Del total de muertos, cinco son extranjeros y se presume que cinco fallecidos también fueron asesinados a manos de las fuerzas del Estado, ya que los militares están a cargo del orden público tras decretarse estados de emergencia en distintas ciudades de la nación.
Para Martínez Meucci, profesor venezolano de la Universidad Austral de Chile, en estos reclamos convergen el descontento por el costo de la vida, el contexto regional de las grandes protestas y actores sociopolíticos que buscan imponer sus agendas políticas.
Explica desde su experiencia qué es lo que acontece en este país, las similitudes con Ecuador -que también vivió escenarios de protestas tras intentar eliminar el subsidio a la gasolina- y las posibilidades de que otros países de América Latina también se levanten en manifestaciones similares por el descontento en distintos sectores, pero resaltando que «ni violaciones de derechos humanos ni actos vandálicos deben ser tolerados».
-¿Cuál es la verdadera razón de lo ocurrido en Chile?
-No cabe atribuir grandes procesos de acción colectiva a una única causa o razón. Siempre convergen diversos elementos: procesos de conformación de la opinión pública, coyunturas que propician el estallido de las protestas y actores políticos y sociales que orquestan los mecanismos a través de las cuáles estas se manifiestan. Del mismo modo que para que haya un incendio se necesita material inflamable, combustible y chispa. Si falta uno de tales elementos, el fenómeno en cuestión puede no manifestarse o hacerlo de modos muy distintos.
En el Chile de hoy convergen: a) un amplio descontento por el costo de la vida, focalizado sobre todo en el amplio sector de las nuevas clases medias, b) un contexto regional marcado por grandes protestas, potenciado por las plataformas que brindan las redes sociales y c) actores sociopolíticos enfocados en dar una particular fisonomía a las protestas e impulsar determinadas agendas políticas.
-¿Existen similitudes entre lo ocurrido en Ecuador y lo acontecido en Chile?
-Aparte de ocurrir casi al mismo tiempo, ambas estallan al subir el precio del transporte público. En ambas operan un descontento popular importante y la acción de grupos organizados que han llevado las protestas hasta el plano de la violencia.
-¿Existen diferencias entre lo ocurrido en Ecuador y lo acontecido en Chile?
-Las medidas que propiciaron las protestas en Ecuador fueron más drásticas que en Chile. En el primer caso se pretendía eliminar el subsidio al combustible, mientras que en el segundo el precio del pasaje de metro se elevó algo más de 4%. Asimismo, mientras que el principal factor organizador de la movilización en Ecuador fue la Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), en Chile existe una multiplicidad de actores propiciadores y organizadores.
Por otro lado, Chile es un país más próspero: está a punto de alcanzar los 30.000$ de PIB per capita, cifra cercana a la de algunos países desarrollados, y cuenta con instituciones sólidas. Sus protestas se vinculan a una sociedad civil fuerte y nuevas clases medias, cada vez mejor alimentadas y educadas, que ostentan un fuerte perfil aspiracional y exigen un reparto distinto en las cargas fiscales.
-¿Cuáles serían las diferencias entre los gobiernos de Ecuador y Chile?
-Ecuador está acostumbrado a este tipo de movilizaciones, las cuales han propiciado la caída de varios presidentes. Chile está mucho más acostumbrado a la estabilidad. Por otro lado, mientras Moreno procede de las filas del “correísmo”, Piñera ha sido la figura presidencial de la centroderecha chilena tras el retorno a la democracia en 1990. Por otra parte, los gobiernos chilenos se caracterizan por un perfil bastante tecnocrático. El aumento del pasaje de metro, por ejemplo, no lo decidió Piñera sino una comisión independiente de expertos, en función de lo dispuesto por una ley emitida durante el gobierno de Bachelet.
-¿Pueden considerarse adecuadas las medidas que estos gobiernos tomaron? ¿O decirse que cedieron ante los reclamos del pueblo?
-En Ecuador se trata de un gran ajuste para alcanzar la estabilidad macroeconómica que solicita el Fondo Monetario Internacional. En Chile se trató de una medida puntual de ajuste, ligeramente superior al Índice de Precios al Consumidor (IPC). La probabilidad de que hubiera un gran rechazo era mayor en Ecuador que en Chile, pero el modo de conducir las protestas puede lograr que se manifieste un descontento vinculado a otras razones.
Ambos gobiernos respondieron derogando los aumentos y, en el caso de Chile, cambiando por completo la agenda gubernamental con la ampliación de muchos beneficios sociales que, a su vez, obligarán a una nueva reforma fiscal. No obstante, tanto en ciertas modalidades violentas de las protestas como en la insatisfacción ante la flexibilidad gubernamental se puede apreciar la presencia de grupos políticos que buscan, además, propiciar la caída de los respectivos gobiernos.
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-¿Los gobiernos han perdido el control de la sociedad?
-Aún es pronto para afirmar eso. Dependiendo de sus respectivas capacidades para convocar acuerdos parlamentarios y sociales, así como para controlar la presencia de grupos orientados a la desestabilización, podrá verse si finalmente capean el temporal o sucumben al mismo.
-¿Por qué son tan difíciles los ajustes económicos en América Latina?
-En todas partes son difíciles. Más allá de eso, para nuestros casos no hay una respuesta única ni simple. Las sociedades latinoamericanas se caracterizan por profundas heterogeneidades, desde la desigualdad económica hasta el peso de ciertas tradiciones culturales.
-¿En este continente es injusta la distribución de la riqueza?
-Es un hecho que está entre las más desiguales del planeta, en parte como consecuencia del pasado de la región y en parte porque muchos de los intentos para reducir dicha desigualdad han terminado siendo contraproducentes: de cada ciclo populista que promete la redistribución emergen sociedades más pobres que requieren implementar los mismos ajustes.
-¿Qué opinión le merecen las protestas en Chile, que acabaron con gran parte del patrimonio?
-Hay que distinguir protesta legítima de acción vandálica. La quema de decenas de estaciones de metro, al parecer siguiendo un mismo patrón, no puede ser interpretado como un acto legítimo ni fortuito. Todo parece indicar que se trata de actos organizados por quienes buscan, por medios delictivos, propiciar un quiebre profundo en el sistema político. No deben desestimarse los vínculos existentes entre diversas fuerzas políticas que comparten los mismos objetivos en la región.
-¿Están dadas las condiciones para que se den más levantamientos de este tipo en otros países de la región?
-Si hay un fuerte descontento en amplios sectores sociales, coyunturas detonantes y actores organizados con voluntad de propiciarlos, es lo que cabe esperar.
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-Ante la actuación de los cuerpos de seguridad en Chile, ¿qué corresponde hacer?
-Hay que tener presente que se trata de situaciones que tienen lugar en contextos democráticos, con lo cual cabe esperar que los cuerpos de seguridad sean vigilados en su estricto apego a la ley y respeto a los derechos humanos. La ciudadanía, por su parte, tiene a su disposición una amplia gama de mecanismos institucionales para expresar su descontento. Ni violaciones de derechos humanos ni actos vandálicos deben ser tolerados. Y los actores políticos que aún justifican los hechos en su conjunto deben desmarcarse del apoyo al uso de la violencia en el marco de las protestas, pues lo contrario es sumamente peligroso para la estabilidad del régimen democrático.
-¿Puede decirse que las medidas tomadas por Sebastián Piñera eran las que debieron tomarse al principio?
-Esto hay que ponerlo en contexto. No se puede perder de vista ahora el gran trabajo hecho por los gobiernos chilenos en las últimas décadas: mientras que la desigualdad en Chile es la menor de las últimas décadas (y además no es mayor que, por ejemplo, en Venezuela o Colombia), su porcentaje de población en la pobreza es el menor de la región (entre 10 y 14%). Y aunque desde hace años Chile necesita diversificar su economía y propiciar un mejor reparto de los beneficios del crecimiento, también es cierto que al tratarse de una economía vulnerable centrada en la exportación de cobre, vino, frutas, madera y pescado, cualquier medida que afecte severamente su capacidad productiva puede impedir las posibilidades presentes y sobre todo futuras de consolidar una mejor redistribución del ingreso. No sé si las medidas de Piñera son sustentables, pero desde luego intentan ayudar en la respuesta a tales reclamos.
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