Más contrasentidos, por Simón Boccanegra

La señora Kirchner debe haber quedado tan atarantada después de la paliza que le dieron los argentinos a ella y al superchulo político de su marido, que no se le ocurrió otra cosa que ofrecerse como dama de compañía de Zelaya. Parece que Correa también. ¡Increíble! Este tipo, que tiene armado un peo con Colombia, acusándola de haber vulnerado la soberanía ecuatoriana por aquello del bombardeo al campamento de Raúl Reyes (situado, debe destacarse, a un kilómetro de la frontera con el vecino, selva ecuatoriana adentro y sospechosamente tolerado por su gobierno), se cree autorizado para presentarse en la mera capital de Honduras, para hacerse parte física de un problema en el cual más allá de lo diplomático, cualquier otro tipo de acto no puede sino agravar las cosas, por el riesgo de incidentes internacionales implícitos en tan vidriosa situación.
Por cierto que el Gran Bocón arrugó y, como siempre, alegando que lo podían matar, olvidó todas sus bravuconadas de la víspera y decidió acompañar a Zelaya hasta la puerta del cementerio pero no enterrarse con él. Este minicronista, ya hablando en serio, debe reconocer que, también, como en las oportunidades en que se rindió sin pelear, a la hora de la verdad y por lo que sea, Chacumbele demuestra capacidad para razonar fríamente y tomar la decisión adecuada. Por supuesto, tuvo que admitir públicamente que es un factor de perturbación y que su presencia en Tegucigalpa podía ser inconveniente.
Para un tipo tan vanidoso, no es poca cosa, pero es que el instinto de conservación le pone las neuronas a millón. El plazo de 72 horas que dio la OEA debe servir también para que sus integrantes piensen bien cómo van a seguir manejando esta papa caliente. Una cosa es segura: no puede ser con un lenguaje ni con aguajes como los de Chacumbele.