Más de tres horas de paja, por Xabier Coscojuela
Foto: EFE
Tres horas y 24 minutos empleó Nicolás Maduro en presentar su informe anual ante su Asamblea Nacional, informe que contiene su versión de la realidad nacional, el cual está plagado de mentiras, medias verdades y manipulaciones de todo tipo, en un intento fallido por justificar la tragedia que viven la casi totalidad de los venezolanos.
El desastre económico, la quiebra de Pdvsa, las fallas en los servicios públicos, todo es responsabilidad de las sanciones. Ni él ni ninguno de quienes lo acompañan han roto un plato. Como incumplió con su deber de presentar anualmente ese informe ante la Asamblea Nacional elegida en 2015, aprovechó el momento para dar su versión de la historia y, dependiendo del tema, las sanciones se habían producido en el momento que más le convenía a su cuento.
De la verificación de sus palabras que hicimos en TalCual, se contabilizaron 34 afirmaciones y solo dos —leyó bien, dos— fueron ciertas: cuando dijo que el salario no tenía ningún valor —de lo cual es responsable— o cuando afirmó que los ingreso del Estado han caído significativamente, pero no por culpa de las sanciones, sino por la ineptitud de quienes han manejado Pdvsa, entre otras causas.
A pesar de emplear casi tres horas y media para dar su versión de los hechos, nos llamó la atención que en todo ese tiempo no dedicó ni un segundo al tema de la migración de más de cinco millones de venezolanos ni tampoco habló de los derechos humanos.
De la migración solo habló de los que regresaron, pero sin decir ni media palabra sobre por qué hay más de cinco millones de compatriotas en el exterior, expulsados por la crítica situación socioeconómica que se vive en Venezuela provocada por su gobierno. Ni tocó tampoco el tema de que la salida de venezolanos se mantiene, no se ha detenido. Las fronteras del país dan cuenta de ello.
Su responsabilidad en materia de Derechos Humanos fue señalada en el informe de Determinación de los Hechos de las Naciones Unidas, y ese tipo de delitos no prescribe, según la Constitución de 1999. Además de que lo ocurrido en La Vega, Caracas, este pasado fin de semana, pone sobre el tapete, otra vez, la irregular actuación de las Fuerzas de Acciones Especiales, cuerpo de la Policía Nacional Bolivariana señalado de reiteradas violaciones a los Derechos Humanos y que siempre ha contado con el respaldo y la bendición de Maduro.
Queremos reconciliación, paz, justicia y verdad, dijo Maduro, pero la «justicia» sería solo para quienes, según su cuento, cometieron «crímenes» desde la Asamblea Nacional elegida en 2015. Si eso fuera cierto, deberían ser sometidos a la justicia —así, sin comillas— no a la que rige en Venezuela y que tiene su emblema en el presidente del Tribunal Supremo de Justicia.
La reconciliación pasa por la justicia y la justicia tiene que tratar todas las violaciones a los Derechos Humanos cometidas durante estos años, donde la tortura, la desaparición de personas, los malos tratos, son moneda corriente. También ante los tribunales tienen que concurrir los que están incursos en actos de corrupción, trabajo sobre la materia tienen de sobra.
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Maduro tocó el tema político y repitió lo que ha venido diciendo. Ofreció hacer todo lo contrario a lo que ha venido haciendo. Aseguró que respetará los resultados electorales, que le pueden hacer un referendo revocatorio. Cree que su palabra tiene algún valor, pero está más devaluada que el bolívar soberano.
La única manera de que pueda recuperar su credibilidad es con hechos. Le sugerimos que ordene la libertad de los presos políticos para creer en su propuesta de reconciliación y que elimine la figura de los «protectores» para darle algún crédito en cuanto al respeto de la voluntad popular. Son dos pasos que podrían abonar en el camino que pregona quiere recorrer. Obras son amores, Maduro.