Más plomo: más hampa, por Teodoro Petkoff
El gobierno de Chávez no inventó el exterminio de malandros así como Oscar D’León no inventó la salsa. Ese tipo de «política» antidelictiva es de vieja data. Casi no hubo gobierno que no adelantara, en algún momento, una matanza de delincuentes (o supuestos de tal), como respuesta «de emergencia» ante situaciones en que la opinión pública se alborotaba demasiado por lo que la inmarchitable retórica al uso denomina «el desbordamiento del hampa». De manera que entre la Cuarta y la Quinta existe, a este respecto, una perfecta continuidad. Para aquellas almas buenas que creen que lo del «exterminio» es la conducta adecuada, quisiéramos recordar un informe de hace unos ocho o diez años, del entonces director de la PTJ, Mauro Yanes Passarella, en el cual apuntaba, con alarma, que en el país se estaban produciendo ¡VEINTE asesinatos semanales, de los cuales entre 8 y 16 en Caracas! Una década después de varias «operaciones», dedicadas al «exterminio» de maleantes, los asesinatos, SOLO EN UN FIN DE SEMANA, son cinco y hasta seis veces mayores que los que hace tan poco tiempo tenían lugar en siete días. La población, por supuesto, no ha crecido, ni de lejos, en la misma proporción. El fracaso, pues, del Estado venezolano ha sido clamoroso. La situación hoy es mucho peor.
El alcalde Peña, para justificar la política de «plomo al hampa», declara que si a la policía le disparan, no puede responder con tulipanes. Por supuesto que ante el delincuente que hace fuego, el policía no puede sino responder de igual manera. Pero, de lo que hemos venido hablando es de otra cosa. Es de malandros, o de sospechosos, o de «predelincuentes» que UNA VEZ DETENIDOS HAN SIDO ASESINADOS y cuyas muertes son justificadas después con el consabido «ajuste de cuentas entre bandas» o «abatidos en enfrentamiento con la policía». Esa línea de acción es inconstitucional (Artículo 43: El derecho a la vida es inviolable. Ninguna ley podrá establecer la pena de muerte, ni autoridad alguna aplicarla). Es inhumana. Es ineficiente e ineficaz, como lo demuestran los hechos: por más delincuentes o sospechosos de tales que matan, la delincuencia no hace sino crecer. Para colaborar con Isaías, si es que de verdad quiere investigar este oscuro comportamiento policial: a una política de «exterminio» no le hace falta existir como tal para que exista. Eso no se «decreta». Ningún jefe policial da órdenes en ese sentido, ni hace falta que lo haga: con insinuar que el policía que mate a alguien no será castigado, es suficiente. Con felicitar a los que lo hacen, es suficiente. Con denominar «veterano» (así tenga dos meses en el cuerpo) a quien se ha «echado» a alguien, y «nuevo» (así tenga veinte años de servicio) a quien no ha matado a nadie, es suficiente. Son las etiquetas utilizadas y establecidas por el uso en la jerga policial, y que salen a relucir en conversaciones extraoficiales y otras más o menos oficiales. Busque Isaías en la vida real, no en los informes burocráticos.
Deja un comentario