Más sobre la salud pública, por Simón Boccanegra
La joven Defensora del Pueblo, Gabriela Ramírez, quien ya se había ganado sus quince minutos de fama con aquello de que la inseguridad ciudadana, más que obedecer a una realidad, era una «sensación» de la gente, ahora ha acuñado otra frase memorable, esta vez sobre la crisis del sector de la salud pública. De acuerdo con ella «es absolutamente desproporcionada la solicitud del gremio médico de que se declare una emergencia humanitaria». En otras palabras, la cosa no estará muy bien, pero tampoco es para taaanto. La verdad es, sin embargo, que en materia de salud pública la cosa sí está como para que, desde el gobierno, se tomen medidas de emergencia a fin de hacer frente al deterioro del sector. Ya la semana pasada, el jueves precisamente, este escribidor había dedicado un comentario a este asunto, a partir de un extenso reportaje sobre el tema en nuestras páginas. Hoy volvemos sobre el problema porque cada día se hacen más y más evidentes los rasgos de la crisis. Lo que más sorprende, e intriga, al mismo tiempo, es la pasividad del gobierno ante el drama. Sobre todo, porque este tiene que ver, principalmente, con la reducción que ha venido experimentando el financiamiento del sector desde hace tres o cuatro años. Plata hay, peeero… Para un nivel adecuado de importación de insumos médicos se necesitan alrededor de 4.500 millones de dólares anuales, pero, en 2010 fueron asignados 811 millones de dólares, en 2011 la cifra bajó a 728 millones, en 2012 siguió hacia abajo la plata: 664 millones de los del águila y en 2013 fueron 531 millones. En el primer semestre de 2014, fueron destinados a la salud pública 108 millones de dólares. La deuda de los importadores con sus proveedores del exterior monta a unos 350 millones de dólares. Lo más grave es que las casas proveedoras anunciaron que si no hay real no hay insumos. No hay más crédito, pues. ¿Se puede gobernar así?