Masacre en La Campiña, por Simón Boccanegra
Por más vueltas que le quieran dar y por más anuncios de investigación que se hagan, hay una cosa que está clarísima.
Un muerto y siete heridos, todos de la Policía Metropolitana, hablan de una emboscada y no de un encuentro a tiros. Todo indica que, en La Campiña, los policías fueron esperados y ametrallados por mampuesto. ¿Hay detenidos? ¿Se ha hecho la prueba de la parafina a aquellos de quienes se puede sospechar que hayan sido los agresores? Hasta ahora no se ha informado nada al respecto. Esto sería tan grave como el asesinato mismo. Habría en esto una dejación de los deberes del Estado que corre paralela con una impunidad del delito que ya alcanza proporciones caóticas. Y no sólo en el plano político.
El hampa se enseñorea de las barriadas populares, hoy más indefensas que nunca por la deliberada capitis diminutio en que se ha colocado a la policía. Esto empeoraría catastróficamente sí un acto criminal cometido en pleno centro de la ciudad, frente a decenas de testigos, con todas las características de una masacre, queda impune. El mensaje sería transparente: cada quién puede hacer justicia por su propia mano. O sea, la ley de la selva.