Masacre nuestra de cada día, por Esperanza Hermida
Twitter: @espehermida
La tragedia de Tejerías, como bien se ha dicho, es el drama de la gente pobre. Además y especialmente, refleja la brutal crisis del pueblo trabajador de Venezuela. Como en Vargas durante el deslave de 1999 y tal como sucede en toda Venezuela, cada vez que llueve duro, a una quebrada desbordada le sigue un río que sale de su cauce, en el contexto del cambio climático, cada vez más inclemente y con medidas de prevención que el gobierno nunca adopta.
El agravamiento de las circunstancias de vida en el país hace mucho más difícil conmemorar cualquier cosa. La tristeza se instala en el ánimo colectivo. Llega la desesperanza. Y ese es el marco del 12 de octubre, fecha que activa las leyendas —negra o rosa— sobre lo ocurrido en el continente americano a partir de 1492 y sus consecuencias. Banderas de cada bando ondean… Unas están a favor de la idea del encuentro de dos mundos y el descubrimiento, al tiempo que otras reivindican la resistencia indígena y el antimperialismo. Nos anotamos del lado aborigen.
Los nacionalismos recalcitrantes y los imperios, en decadencia o en nuevo auge, pugnan por tapar realidades que no admiten discusión: la clase trabajadora en las dos orillas sufre una explotación brutal del capitalismo. Por eso, se debería recordar en estos días que el modo de producción dominante en el planeta halló en el oro y la plata de la Abya Yala, hace 500 años, sus mejores y más baratos alimentos primerizos. Tal vez por eso son de difícil digestión las celebraciones del término «descubrimiento de América», que algunos gobiernos hacen a ambos lados del Atlántico.
Todos los mapas políticos de la historia humana demuestran una constante variación, pues hay periodos donde vive una sociedad en un territorio y otros, donde esa misma población es desplazada por efecto de invasiones o razones climáticas que afectan su economía. En el caso específico de la expansión imperial, pues las conquistas y colonizaciones someten la cultura originaria, sojuzgan la mano de obra nativa, esquilman el hábitat de los pueblos aborígenes, implantan una autoridad foránea y modifican la organización social. Frente a esa forma de opresión se configura una lucha ancestral por la defensa del patrimonio histórico, que implica el económico, la cual marca desde siempre a la humanidad.
Esclavos de esclavos, diría Alí Primera refiriéndose a la pobreza que genera este continuo masacrar de pueblos. La industria de la guerra, para hablar en otros términos, según los expertos en belicosidad y militarismo. Pero la verdad es que la explotación de los recursos naturales y, sobre todo, el irrespeto a los derechos humanos es la principal característica de este aspecto de la historia de nuestra especie.
A eso se suma la naturaleza del planeta y la falta de previsión. Año tras año ocurre una catástrofe producto de la aceleración de los efectos del cambio climático y los gobiernos de aquí y de allá no toman realmente medidas tendentes a garantizar la vida humana y los medios indispensables de subsistencia digna. Las Tejerías, en Aragua, fue una zona fabril hasta hace poco tiempo. Sus industrias hoy están en estado de abandono y ruina, a lo que se suma la precariedad socioeconómica general en que se encuentran sus habitantes. El impulso y después el olvido de un emporio productivo, terminó contribuyendo a la proliferación de construcciones habitacionales de alto riesgo, llenas de gente sin trabajo ni educación, personas muy pobres y sin futuro, sobreviviendo en las márgenes de cauces de agua y piedemonte, en una región sensible a la pluviosidad. Como en Vargas 1999, crónica de una muerte anunciada.
Más de 100 es la cuenta oficial de pérdidas humanas y miles sin casa. Una nueva secuela de la depredación ambiental y del desorden gubernamental, pues Maduro no atina a resolver sobre estos temas y, por lo visto, sus representantes locales tampoco.
El número de muertes se suma al de las personas privadas de libertad que mueren en los centros penitenciarios, y a las que no acceden a la atención médica mientras hacen cola en los hospitales, así como a las que no pueden comprar alimentos y medicinas porque la pensión o jubilación no les alcanza.
Patética manera de transitar por este 12 de octubre de 2022 en Venezuela, con un decreto de duelo por las muertes en Las Tejerías, dictado por un Ejecutivo nacional que dice «reivindicar» la resistencia indígena, mientras masacra de una y mil formas al pueblo trabajador y a su historia. Aragua, tierra de genuina lucha antimperialista, no merece este maltrato gubernamental, esta desidia. Heredera de gestas históricas, pues por su paso avanzaron los ejércitos libertadores en el siglo XIX y hermana de la cuna que produce emblemáticos símbolos de la venezolanidad, como el cacao y el ron, Las Tejerías es hoy una fotografía del falso socialismo que sufre Venezuela.
Esperanza Hermida es activista de DDHH, clasista, profesora y sociosanitaria
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