«Me quedo con los de la Cuarta…», por Simón Boccanegra
Hugo está descubriendo en carne propia, no sin amargura, aquello de que es más fácil encabezar una manifestación pidiendo agua para el barrio que construir el acueducto que se la dé. «Entre un revolucionario indisciplinado y un funcionario de la Cuarta República que sepa hacer su trabajo me quedo con el de la Cuarta». Frase terrible si las hay. Como le debe estar pesando a Hugo su propio partido. Su falta de celo, su carencia de disciplina, su voracidad presupuestívora. A cuántos no ha tenido que pedirles la renuncia y a cuántos no ha sustituido por otros peores que los primeros. No hay tal división entre revolucionarios y escuálidos. Ya Hugo parece comenzar a ver claro. Esto no es la Guerra a Muerte. «Revolucionarios, contad con el carguito así no sirváis para nada; escuálidos, contad con el despido así seáis cumplidores». Hugo comienza a darse cuenta de que la revolución no sobrevive a punta de discursos y mitines. Res non verba, decían los romanos. Hechos, no palabras. Un buen lomito de res es más convincente que un discurso de Omar Mezza. Obras son amores, dice el viejo refrán castellano. Pero ¿qué obras pueden hacer esos inútiles que Hugo considera peores que los burócratas de la Cuarta?