Me toca a mí, por Rafael A. Sanabria M.
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«Me toca a mí» es la frase que emplean muchos dirigentes políticos en estos días cuando se avecinan los comicios. Justifican que es su turno, cuantificando varios renglones. Lista en mano suman cuántos años llevan en la lucha, argumentan haber ido a determinada cantidad de marchas, trancado no sé cuantas veces las calles, quemado algunos cauchos, haber lidiado con bombas lacrimógenas y haber lanzado piedras hasta el cansancio. Aparte de también mostrar la cara populista, dando sopa y arepas a los pasantes por las calles. Todo ello en nombre de cierto concepto de «libertad».
Lo anterior es mentado con orgullo por los supuestos líderes nuestros. ¿Acaso esto es hacer política? Si este es el perfil que se requiere para asumir un liderazgo responsable, vamos por camino equivocado.
El protagonista de este proceso electoral es, o debiera ser, el pueblo, porque los grandes líderes —como dicen en el argot popular— siempre «ven los toros desde la barrera».
Para muestra un botón. Indaguemos sobre quiénes son las víctimas de las revueltas organizadas en el país tanto de una tendencia como de la otra: nuestra gente llana, los humildes de a pie que siempre andan a la zaga por la esperanza. Ante los inconvenientes que ellos mismos causan, los poderosos vuelan a otras geografías.
Estas son las cosas que no entiendo de nuestros actores políticos. Porque ¿a quién le toca? Al pueblo, el que ha batallado duro por satisfacer sus necesidades.
No sé cuándo se va a terminar de entender que el objetivo primordial debe ser la gente, sus necesidades e intereses. ¿A dónde llegará tanto individualismo, egocentrismo, ansias de poder, el deseo de dominio y la vanidad, entre otros motivos legales? Porque también hay muchas motivaciones delictuosas, aunque tristemente aceptadas por parte de la población. Peor aún, este cuadro se presenta en toda la amplia extensión política y por muchos es tomada como «normal». Es también normal hacer costosas campañas propagandísticas aplicando procedimientos de mercadotecnia como a cualquier otro producto. Estas campañas en gran parte son a crédito, a ser canceladas cuando el candidato se posesione del botín.
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Todo el proceso de elecciones es una fiesta entre políticos y otros personajes aledaños, a puerta cerrada. El día indicado el pueblo va, vota y se acabó. La fiesta continúa entre los políticos, financistas, personajes del mundo legal y otros más, sin el pueblo, a puerta cerrada.
La política debe renovarse, debe reinventarse, de otra forma seguiremos repitiendo viejos modelos, manifestado con frases como «me toca a mí». Esta situación nos continuará llevando a más fracasos, a la reincidencia en los errores, y se constituye en la base de peores errores de la vida política.
La frase «me toca a mí» denota, simplemente, intereses particulares y no colectivos; denota unión, mas no unidad. Es necesario hacer una profunda revisión en las bases, porque en los pueblos hay líderes natos, quienes no necesitan regalar nada ni prometer lo que no pretenden hacer. Ellos simplemente gozan del respeto y aceptación de su gente por el simple hecho de ser ejemplos propios en sus comunidades.
Si de verdad apostamos por reconstruir a Venezuela metamos en nuestro bolsillo esos apetitos de poder, reconozcamos al otro, que él también es necesario para hacer la reingeniería de nuestro país. Si de verdad queremos cambio comencemos por nosotros mismos, hagámonos una autoevaluación, porque no es lo mismo tener deseo o aspiración, que ser un líder.
El llamado es a los pueblos, comunidades, al país en general, para que le demos un cambio a la vieja política. Hay que darles paso a los nuevos rostros, con nuevas ideas, expectativas y, sobre todo, con valores.
Es necesario dar ya una lección a los políticos de oficio, que salen cada vez que hay una contienda electoral para beneficiarse cual parásitos de un pueblo que deposita en ellos sus esperanzas.
Este es el momento crucial para producir un verdadero cambio. Está en nosotros enderezar el camino, o si no quedarnos estancados, aceptando a los personajes que dicen: «Me toca a mí».
Nos toca a nosotros, detrás de la cortina de manera secreta e individual, dar la moraleja.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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