¿Medios o periodistas independientes ante la Guerra de Ucrania?, por Gustavo A. Rivero
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Con el inicio de las operaciones militares rusas en Ucrania, un significativo número de periodistas de diferentes partes del mundo que trabajaban para medios rusos como RT (Russia Today) y Sputnik renunciaron a sus puestos, como los corresponsales ingleses Shadia Edwards-Dashti y Jonny Tickle y la editora en jefe rusa y activista Maria Boronova. De hecho, a diferencia de la mayoría de los periodistas hispanohablantes de esos medios que se mantuvieron en sus posiciones aceptando la línea editorial del gobierno ruso, Inna Afinogenova, una de las youtuber-periodista más populares en español, renunció a RT debido a su desacuerdo con la guerra y el rol propagandístico del medio para el que trabajaba.
Los efectos colaterales de los conflictos en la prensa rusa no son nuevos. De hecho, en 2014 la presentadora norteamericana de RT Liz Wahl renunció en plena transmisión por razones similares. Sin embargo, la postura de estos periodistas contradice la afirmación de Vladimir Putin de que RT es «una cadena totalmente independiente, a pesar de ser financiada por el Estado».
La creación de este tipo de proyectos de comunicación no son algo nuevo en el mundo. Particularmente, más no exclusivamente, los Estados no democráticos se han caracterizado por emplear estas agencias política y militarmente con el objetivo de influenciar audiencias extranjeras, amparados bajo slogans de presunta independencia editorial.
Si no estás conmigo, estás contra mí
La credibilidad periodística de Inna Afinogenova fue siempre cuestionada por medios tradicionales de la región por trabajar para RT. Ya desde el 2017, la periodista rusa había sido señalada por la directora de la revista colombiana Semana, Vicky Davila, el periodista de El Financiero de México, Fernando García, e inclusive por el editor del diario El País de España, David Alandete, quienes aseguraban que el contenido del medio, al ser financiada por el Estado ruso, favorecía a sus aliados en la región como Venezuela y a todos los líderes o partidos políticos catalogados de izquierda.
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Además, en repetidas ocasiones las críticas sugerían, sin suficiente evidencia, que las publicaciones del medio ruso eran inorgánicas y que eran diseminadas y viralizadas por un ejército de cuentas falsas. Por lo tanto, su trabajo no era periodístico, sino un producto propagandístico sesgado y altamente politizado.
Sin embargo, la periodista rusa sostuvo constantemente que los contenidos que producía no estaban afectados por los objetivos políticos del gobierno ruso. Y, de hecho, sugirió varias veces que la incomodidad que ella suscita en estos medios hispanohablantes se debía a la baja calidad del periodismo de estos medios, el cual evidentemente servía a los intereses de los partidos políticos tradicionales latinoamericanos cercanos a los intereses de Estados Unidos.
En este sentido, la sección de comentarios de sus publicaciones era un fervoroso espacio de interacciones en el que se congregaban mayoritariamente sus creyentes, quienes a por ser un faro de luz en medio del limitado análisis periodístico de los fenómenos políticos y sociales latinoamericanos.
Con la escalada del conflicto ucraniano, los análisis de la periodista rusa se fueron distanciando de la línea editorial del gobierno ruso y por ende de RT, ya que era evidente su desacuerdo tanto con las acciones de la OTAN y sus aliados como con las del Estado ruso.
Más tarde, contenidos suyos fueron censurados y eliminados de la red social Youtube, como gran parte del contenido pro ruso. Pero a la misma vez, la periodista desapareció repentinamente del canal ruso. En su reaparición, meses más tarde a través de un video en su propio canal de Youtube, la periodista explicó que se había ausentado, entre otras cosas, debido a su renuncia de RT por diferencias editoriales. Esto generó que sus cuentas perdieran seguidores.
Sesgo “independiente”
El ejemplo de la periodista rusa Inna Afinogenova evidencia la alta polarización que existe entre los medios de comunicación financiados por Estados no democráticos como RT o HispanTV de Irán. Se trata de medios que emplean slogans como «cuestionar más» o «mostrar un punto de vista alternativo» para ofertar un tipo de periodismo cercano a la «verdad». Sin embargo, se trata de armas de información que polarizan y favorecen intereses particulares.
Pero este fenómeno no es exclusivo de este tipo de regímenes. Los medios de comunicación occidentales de países democráticos, también dicen ser «independientes» y al final, su alcance y profundidad están limitados por factores económicos privados o políticos. Por lo tanto, informar a la sociedad no es su objetivo único.
En este marco, si asumimos que la decisión de la periodista rusa de abandonar RT no es una estrategia mediática para incrementar el número de seguidores en redes sociales, su renuncia sería una lección de integridad periodística. Sobre todo, en un momento donde la era digital la monetización y la popularidad predominan sobre la coherencia informativa.
Finalmente, lo que el caso de la periodista rusa deja en evidencia es la brecha que existe entre la línea editorial de los periodistas que trabajan para los grandes medios y los medios en sí. Por lo tanto, si lo que buscamos es una auténtica independencia, parece claro que será más fácil encontrarla entre las personas que se dedican al periodismo que entre los medios de comunicación.
Gustavo A. Rivero es profesor adjunto en la Universidad de la Salle, Colombia. Máster en Estudios Internacionales de la Universidad de los Andes. Seleccionado por el Programa de Formación 360/Digital Sherlocks (DFRLab) del Consejo Atlántico para combatir la desinformación.
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