Mega atraco, por Teodoro Petkoff
Autor: Teodoro Petkoff
En su desesperada campaña electoral (porque de eso es de lo que se trata y no hay sino que fijarse en las vallas que pueblan calles y carreteras para salir de toda duda), Chávez ahora ha ubicado un nuevo “enemigo” : el Banco Central, lanzando contra éste no sólo el peso de su retórica sino el de los ubicuos paladines de la “esquina caliente”, disponibles para cualquier “movilización de masas” contra el molino de viento de turno. Para ocultar el fracaso de su política agrícola, Chávez quiere hacer del Banco Central el conveniente chivo expiatorio.
Oyendo ayer al Presidente hablar de los miles de toneladas de productos agrícolas que importamos y de las necesidades de financiamiento para el campo, creía uno estar escuchando a algún líder de la oposición que denunciaba el fracaso de la política agrícola oficial. Este hombre tiene cinco años gobernando y ha dispuesto de los mayores ingresos fiscales que gobierno alguno haya tenido jamás en este país, de modo que si se acepta como válido el negativo balance agrícola que el Presidente hacía ayer, ¿quién más puede ser responsable de éste sino el propio gobierno que dirige Hugo Chávez?
Pero este hombre después del 4F no ha vuelto a reconocer más nunca sus fracasos ni sus errores. Siempre es otro el culpable, nunca Chávez Frías. Ahora, del fracaso en la agricultura el responsable es el Banco Central “neoliberal” que no quiere aflojar la plata. Podemos imaginar la calentera del profesor Maza Zavala. El Presidente sabe bien que lo que pretende del Banco Central es imposible.
Su propia “bicha” y la ley del instituto emisor se lo prohíben, y en su comunicado de ayer (ver página 2) el Directorio del BCV se lo recuerda y remacha.
Pero con esta embestida Chávez quiere matar dos pájaros de una sola pedrada. Por un lado, disimular los decepcionantes números de la producción agropecuaria y, por el otro, “tomar” el Banco Central. Ya en diciembre, en una de sus charlas había dicho Chávez que él podía redactar una ley con un artículo único: “El BCV queda adscrito a la Presidencia de la República”. Es decir, a él. Eso es lo que quisiera. Un BCV a la medida de su ignorancia y de sus delirios. Una caja chica como la que terminó por hacer del FIEM, que fue desnaturalizado hasta el punto de dejarlo casi inservible. Para eso necesita quebrar la voluntad del Directorio y someterlo a la suya.
De allí el ataque feroz y desconsiderado de ayer, sincronizado con la presencia de las “masas” en la esquina de Carmelitas. El cinismo del discurso de Chávez no tiene límites. Manipular el desconocimiento de la gente del común para hacerle creer que las reservas internacionales estarían secuestradas por la “oligarquía neoliberal” que maneja el BCV es una mentira tan grande que no se puede sino recordar a Hitler:
“La masa cree más fácilmente una mentira grande que una pequeña”.
Por lo visto, Chávez parece compartir este aforismo siniestro. De lo que no tiene idea es del desastre económico que provocaría de tener éxito en su empeño de poner al BCV a financiar al gobierno.