Mercal negro, por Simón Boccanegra
Ya este minicronista perdió la cuenta de cuántas veces el gobierno ha vendido el sofá para ocultar los cachos. Ahora la estrategia para controlar el alza de los precios en los alimentos es entrenar a la reserva militar –convertida en panacea–, con la finalidad de que sean sus “voluntarios” los que fiscalicen el fiel cumplimiento de las regulaciones en los abastos. El resultado de esta iniciativa, forjadora de sapos y no hombres nuevos, es el desabastecimiento en los comercios pequeños, precisamente en aquellos a los que suelen acudir las clases populares. Por prueba, sólo hay que preguntarle al portu de la esquina por qué no tiene huevos, ni azúcar, ni aceite, ni leche en polvo, ni caraotas: el hombre dirá que, con excepción de la carne, el pollo y el queso, los proveedores venden con sobreprecio todos los productos regulados y que, en consecuencia, le sale muy caro comprarlos. No es el caso de algunos supermercados, que compensan el subsidio de los productos regulados con el encarecimiento de otros a precio libre. Acá el portu se queda con el anaquel vacío. Los consumidores, en tanto, se ven obligados a apelar a esa especie de mercado negrobuhoneril en el que, por cierto, se trafica con alimentos que provienen de Mercal. ¿No querrá la reserva investigar eso?