México, el renovado INE y un voto de confianza, por Luis Miguel Santibáñez Suárez
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Recientemente la Cámara de Diputados de México designó a cuatro nuevas consejerías del Instituto Nacional Electoral (INE), incluyendo a su presidencia. La Constitución mexicana establece la renovación escalonada de quienes integran el Consejo General, con la intención de que los gobiernos y actores políticos no influyan en la toma de decisiones del INE. Lo mismo sucede con la integración de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), con el objetivo de mantener la división de poderes
A través de un proceso de selección, que fue cuestionado por la integración del Comité Técnico de Evaluación (este, además, debía garantizar la paridad de género por mandato jurisdiccional), se definió que será una mujer la que presidirá (por nueve años) al máximo órgano de dirección del INE.
La polarización que se vive en torno a una posible reforma electoral, que la SCJN está analizando, y el abierto enfrentamiento entre el titular del Poder Ejecutivo y el propio INE, específicamente en lo que se refiere al expresidente Lorenzo Córdova, dificultaba los consensos entre las fuerzas políticas que están representadas en el Congreso.
Los intentos de acuerdo que le garantizarían al partido oficialista Morena imponer a una persona afín en la presidencia del Consejo General y una consejería, y a los partidos de oposición, otras dos posiciones, no llegaron a buen término. Por ello, se optó por utilizar el sistema de sorteo entre las personas que integraban las quintetas, algo que está establecido en la propia Constitución como último recurso.
La designación de los puestos por medio de un sorteo lleva a algunas reflexiones. En primer lugar, este método hace más transparente el procedimiento de elección, ya que se elimina la discrecionalidad de la decisión de las cúpulas partidistas. Además, se suprime todo tipo de compromisos entre los designados y los actores políticos. De esta manera, tanto la nueva consejera presidenta como las nuevas consejerías pueden asumir sus cargos, ganados por sus propias capacidades y a expensas de la suerte (estos son libres de compromisos políticos).
El procedimiento de designación permitió que los mejores 20 perfiles llegaran a la fase final, en la que se pudo destacar la capacidad y experiencia de la mayoría de los candidatos. De hecho, tres de los designados cuentan con experiencia en el ejercicio del cargo en cuerpos colegiados. Y es que una de las principales necesidades en los órganos colegiados es la apertura y el carácter para la generación de consensos entre pares y en la necesaria y cuidadosa interlocución con los partidos políticos.
En México hemos estado acostumbrados a los acuerdos entre fuerzas políticas, y el sistema democrático ha funcionado a partir de los equilibrios y las diferentes opiniones. Pero el sistema de insaculación le proporciona al INE una oportunidad para innovar y cuidar los procesos en donde se han dado fallas en el pasado.
De las cuatro personas que llegan al Consejo General, dos cuentan con experiencia en órganos jurisdiccionales, la tercera se ha especializado en materia de género y elecciones por sistemas normativos indígenas (este último es un asunto que no se ha explorado en el INE) y la consejera presidenta ha encabezado un organismo local de tipo electoral, lo cual le inyecta a la institución la visión necesaria, de carácter local, con respecto a los procesos comiciales.
Además, la llegada de una mujer al Consejo General y la composición paritaria de este sirven para equilibrar discursos y acciones en la materia, evaluar avances, insertar nuevas temáticas en la agenda y, eventualmente, innovar en las tareas de educación cívica, tan necesaria en México y en la que el INE requiere alianzas estratégicas para incidir en la formación de ciudadanía.
Otro asunto importante que debería ser considerado es la tecnificación de los procesos electorales a través de la urna electrónica y el voto por internet, área en la cual el INE ha avanzado con dificultad.
A su vez, es importante sumar esfuerzos para que los procesos internos del INE puedan realizarse de manera más ágil, lo que le ahorraría costos a la institución. Es posible hacer más con menos, siempre y cuando no se vulneren los derechos de las personas y las obligaciones constitucionales del órgano electoral.
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En esta nueva etapa, el INE ya ha mostrado solidez al no detener ninguna fase de los procesos electorales locales en dos entidades federativas. Asimismo, la visión de la consejera presidenta lo ha llevado a mantener los perfiles valiosos que garanticen estabilidad a la institución. Ello demuestra que se vislumbran habilidades directivas para hacer frente al organismo.
Nadie cuenta con un cheque en blanco. Pero el nuevo INE sí cuenta con un voto de confianza para seguir su camino institucional y poder garantizar elecciones libres, periódicas, auténticas y en paz. La elección presidencial de 2024, con un padrón electoral que podría rozar los 100 millones de personas, será la prueba de fuego. El reto no es sencillo, pero hay una institución fuerte y con gran confianza ciudadana.
Luis Miguel Santibáñez Suárez es coordinador nacional de Transparencia Electoral para México y Centroamérica. Posee un máster en Gobernanza, Marketing Político y Comunicación Estratégica, por la Universidad Rey Juan Carlos (España). Es profesor universitario.
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