Miente, que algo queda; por Simón Boccanegra
La mentira, el puro y simple embuste, es instrumento fundamental en los regímenes políticos que poseen una voluntad de controlar totalmente a la sociedad. Estos regímenes son impensables sin el propósito de reescribir la historia de su país. Todo lo de antes era malo; lo bueno comenzó con ellos. Y eso no se puede hacer sin mentir. Cuando Chacumbele habla de un Bolívar «pensador socialista» está metiendo un embuste. Él lo sabe, pero cuenta con que la mayoría de quienes lo oyen, no lo saben, de modo que de tanto repetir esa mentira, al cabo de un tiempo espera que quede acuñada como verdad, porque habrá mucha gente que creerá que es verdad. En estos días salió con la mentira de Sucre también como «pensador socialista». Desde luego, por ese camino de asimilar al socialismo cualquier frase generosa o bien intencionada, no nos sorprenda oír un día a Chávez hablando de las Tablas de la Ley de Moisés como del primer texto socialista de la humanidad. Pero, hay mentiras más pragmáticas, no ideológicas, si se puede decir así. Por ejemplo, esa de afirmar, sin que se le altere un solo músculo de la cara, que aquí se pretendía privatizar el Metro de Caracas. Mentira podrida, como esa otra de que hubo alguna vez un plan para privatizar Pdvsa. O como esa de que antes de la «revolución» en Guayana no se había hecho nada. ¿Inverosímil? Para nada. Quien lo afirma no hace sino aplicar un viejo concepto propagandístico de un experto: «La masa cree más en la gran mentira que en la pequeña». ¿Quién lo dijo? Adolfo Hitler. Si «la masa» está viendo la destrucción de Guayana por la Misión «Vuelvan Mierda», digámosle entonces, como consuelo, que no importa; en fin de cuentas todo lo que se está cayendo a pedazos lo hizo la «revolución».