Morir en Tegucigalpa, morir en Caracas
Este minicronista sigue pescando incongruencias en la conducta del Hiperlíder y sus acólitos. La base de todas las inconsistencias, ya lo he apuntado, es que este golpista contumaz se permita hablar de los golpistas hondureños en el tono de vestal ofendida. Algún articulista del régimen escribió que señalar esta contradicción es una manera de estar de acuerdo, en el fondo, con el golpe en el país centroamericano.
Se equivoca porque juzga por su condición. Ese viejo amigo tiene años celebrando el golpe del 4F, que le parece «bueno», pero ahora juzga que el de Honduras es «malo». Yo no tengo dos medidas. El golpe en Honduras es injustificable y, además, innecesario, porque la crisis que creó Zelaya tenía salida dentro del marco institucional. Pero repudiar el golpe de Honduras no puede llevar a hacerse el loco frente a los insólitos «defensores» que le han salido a la democracia: Raúl Castro, Daniel Ortega y nuestro Hiperlíder. Es demasiada hipocresía.
Veamos, por ejemplo, la actuación de una de las extras de la película chavista, la Defensora del Pueblo. Por allí salió, escandalizada, rasgándose las vestiduras por el muchacho muerto en Honduras y anunciando que enviaría gente de su organismo a velar por los Derechos Humanos en Honduras. El homicidio en Tegucigalpa por supuesto que es lamentable.
Claro que lo es. Una vida joven cortada en flor, sin justificación alguna. Sin embargo, hacerle saber a esta damita que en Caracas hubo el fin de semana pasado 48 homicidios sin que ella pestañeara, no es una manera de respaldar a los golpistas hondureños. Si ella se ocupara alguna vez de este gravísimo problema, su opinión sobre lo de Honduras sería respetable, pero, vista su indiferencia ante las muertes en Caracas, lo menos que se puede pensar es que su preocupación por la muerte en Tegucigalpa es puro fariseísmo. Como el de su amo y señor.