Ni una más, ni una menos, por Griselda Reyes
Twitter: @griseldareyesq
Hace algunas semanas atrás, el mundo conmemoró el Día Internacional de la Erradicación de la Violencia contra la Mujer, expresión que recoge los diversos tipos de violencia ejercidos a diario contra las mujeres, y que no se limita solamente al femicidio.
Millones de mujeres padecen silenciosamente la violencia física, verbal, emocional, patrimonial, económica, laboral, sexual o social, el acoso, el bullying, la coacción y la amenaza. El femicidio es la expresión máxima de esa violencia, que además es la más mediática y la que “satisface” el morbo de muchos.
En Venezuela, el silencio oficial frente a cada uno de estos homicidios es pasmoso. Sólo el Ministerio Público, a través de su principal figura, Tareck William Saab, interviene y designa fiscales para investigar los hechos y lograr la posterior imputación de delitos contemplados en la legislación venezolana contra quienes quitan la vida a sus parejas o ex parejas, sin razón alguna. Ningún arrebato de odio, rencor, despecho o locura, justifica tal atrocidad.
La impunidad reinante nos golpea en la cara cuando días o meses después del crimen, familiares de las víctimas denuncian que los autores materiales se encuentran en libertad, tras decisiones inexplicables de los tribunales, que al final, nos lleva sólo a clamar justicia divina.
Paradójicamente, Venezuela es uno de los países que cuenta con una legislación avanzada para proteger a las mujeres – aunque aún no se ha aprobado el reglamento para hacerla cumplir completamente –. Sin embargo, el número de procesados y condenados por femicidios es ínfimo. ¿Qué ocurre? Pues que no hay voluntad política para hacerla cumplir.
Aquí los dirigentes sólo se llenan la boca para destacar la paridad de género que, según ellos, cumplen a cabalidad en los torneos electorales.
Lamentablemente nuestras autoridades sólo actúan cuando se consuma el femicidio, pero se quedan dormidos en las alertas tempranas. Muchas de esas mujeres que hoy no están físicamente, denunciaron a sus verdugos por un historial de abusos y el Estado venezolano les falló.
Un Estado que desde hace muchos años dejó de publicar los indicadores relacionados con la criminalidad para ocultar su fracaso, como lo ha hecho con los indicadores económicos, sociales y sanitarios. Como si con esa medida puede invisibilizar los problemas y la severa crisis humanitaria que afecta a la población.
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Pero además un Estado que optó por no cumplir con sus obligaciones, no solamente dejando en el limbo las políticas públicas destinadas a prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres, sino también generando la violencia por la omisión de sus funcionarios que retardan, obstaculizan o impiden que las mujeres tengan acceso a una vida libre de violencia.
Solamente en lo que va de 2021, 242 niñas, adolescentes y mujeres adultas – incluidas ancianas –, han sido víctimas de femicidio, según cifras de la ONG Centro de Justicia y Paz (Cepaz). 242 mujeres cuyos nombres sólo permanecen en la memoria de sus deudos; 242 mujeres que engrosan una larga lista que se ha venido elaborando en los últimos años y que, a partir de la declaratoria de pandemia de covid-19 en 2020, se incrementó a un ritmo acelerado.
Detrás de esa penosa cifra hay mujeres, con nombres y apellidos, con rostros, cada una con sus propias historias, sueños y anhelos. Algunas con hijos, otras muy jóvenes e incluso ancianas, pero todas con la idea de morir, rodeadas de sus seres queridos, y no a manos de verdugos machistas.
Como miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas, me siento obligada a denunciar la emergencia humanitaria compleja que atraviesa Venezuela, y como ella violenta a nuestras mujeres adultas, niñas y adolescentes, uno de los grupos más vulnerables de la población.
Se violenta a nuestras mujeres cuando no pueden acceder a un sistema de salud para recibir atención médica adecuada; cuando deben parir en las aceras de hospitales y maternidades porque no hay insumos para atenderlas; cuando sus ingresos mensuales no alcanzan para llevar la comida a sus hijos ni cubrir las necesidades básicas; cuando se las denigra por su condición de mujer; cuando les piden favores sexuales a cambio de…; cuando las obligan a votar por el partido de gobierno para no quitarle “beneficios” sociales; cuando las descartan para ocupar cargos de gerencia porque “son cosas de hombres”; cuando deben vender su cuerpo para comer; cuando deben recorrer largos trechos para cargar agua, una bombona de gas o atajo de leña; cuando les gritan, las golpean, las humillan, las violentan sexualmente, las matan.
Tenemos que visibilizar el problema y formar y sensibilizar a las comunidades sobre la vulnerabilidad de niñas y adolescentes frente a la violencia. Pero también debemos entender que todos – gobierno, sociedad, familias, escuelas, individuos – somos responsables en la prevención y atención de la violencia.
En sociedades como la venezolana, se “normalizan” las bromas contra las niñas, adolescentes y mujeres en general; se les “cosifica” como objetos sexuales y de placer; y todos debemos atajar esas conductas.
Son muchas las formas de violencia de género, cuya máxima expresión se traduce en el femicidio. Hoy la brecha de género se ha profundizado por la crisis económica y la pandemia por covid-19 en todos los escenarios, incluso en el deportivo, como el caso de las 23 futbolistas del equipo femenino de la Vinotinto encabezado por Deyna Castellanos, que denunciaron al ex entrenador de la selección, por estupro.
Es mucho el trabajo pendiente por hacer para lograr verdadera justicia. Cada 36 horas, una mujer venezolana es asesinada a manos de un hombre que se cree propietario de su cuerpo, o por bandas del crimen organizado.
El maltrato físico, verbal, psicológico, emocional, económico, NO es amor.
¡Mujer! No tengas miedo de denunciar el maltrato y la violencia, sea del tipo que sea. Todas tenemos derecho a tener una vida libre de violencia. Estrechemos nuestras manos y enfrentemos este monstruo cada vez más agresivo. ¡Ni una más! ¡Ni una menos!
Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.
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