Niñez, información y tecnología, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
Son muy numerosas las veces que me detengo a pensar sobre los avances tecnológicos, sus ventajas y desventajas. Incluso, cómo ese avance va estructurando una infancia que de apoco se va perdiendo por ella misma. El asunto es que nuestro desarrollo tecnológico, ha venido ligado a los efectos positivos que eso produce y que al mismo tiempo se hace acompañar por evidentes cambios de conducta, de habito, determinación colectiva e individual y hasta de personalidad.
En un curioso libro (Tierra Quemada), el norteamericano Jonathan Crary, habla sobre la tecnología, uso y su promoción, cada día, hacia nuevas herramientas para «la conexión perpetua de las personas» y que estas, a su vez, van a condenar a las sociedades sobre el modo de vida que ella está promoviendo.
Ante este señalamiento, curiosamente, me encontré con un ejercicio que pueda estar asociado a lo que este conocido intelectual promulga. Mientras hablaba en un salón de clase sobre el cómo la luna produce comportamientos diferentes en las mareas terrestres, una niña interrumpía con una información –más bien desinformación– sobre la desaparición temprana del sistema solar. A la pregunta de dónde había obtenido esos datos, respondía, no para asombro: de TikTok.
Y digo que no es para asombro, porque lo que hoy abunda, precisamente, es la cantidad de información y su antítesis que corre por la superficie de la internet, comenzando a ser referencias o fuentes que dan la impresión de ser acertadas y fidedignas. Más allá de que se sea adulto, con estudios universitarios de primer nivel o de segundo nivel, o simplemente niños y niñas, esa contrariedad gana terreno por la facilidad de ubicación y el posicionamiento que le pueden dar los algoritmos, cualquiera que pueda gozar de cientos, miles o millones de seguidores, o mucho dinero.
Ahora bien, de ese grupo diferenciado por edades y preparación, los niños y niñas son los que mayor vulnerabilidad poseen. En medio de su inocencia, están acudiendo, diría que masivamente, a las ventajas que ofrece la tecnología, por lo que son «presa» fácil para la desinformación o manipulación de la realidad comprobable.
En aquellos países donde las condiciones de vida son más holgadas que los que poseen niveles económicos críticos, el uso de la tecnología facilita la educación. Es común ver en las aulas a niños y niñas que con gran habilidad dominan sus pequeñas computadoras. Y es que no queda duda sobre la gran herramienta que representa en la formalidad de la educación. Pero también existe la posibilidad de que se pueda estar exagerando su uso, al termino de que algunos hubieran desarrollado alguna destreza para avanzar en las asignaciones sin haber cumplido con los pasos previos. Ni hablar de la inteligencia artificial y su uso.
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Como respuesta, algunas instituciones escolares han tomado ciertas medidas, como los controles y bloqueo para los accesos no permitidos. No obstante, es necesario que se realicen talleres de preparación e identificación de falsa información en la internet, incluyendo la verificación de confiabilidad en los comentarios de los llamados influencers.
Y aquí vuelvo al público objetivo, ya que no solo al adolescente a quien hay que preparar para identificar la cantidad de falsa información que circula a través de la internet, también la niñez requiere de ese proceso de aprendizaje; porque parte de la libertad y el combate en contra de los elementos que atentan contra ella, es que la generación de relevo comience a comprender e identificar la mentira sobre la realidad.
Pero igual me queda esa sensación de la progresiva perdida de la niñez de los niños y niñas. Esa que tanto disfrutamos quienes no nacimos rodeados de tanta tecnología y muy alejados de la falsa información.
Hoy, cuando ellos dieran la impresión de ser una molestia, los padres acuden rápidamente al consuelo de algún dispositivo digital para la comunicación, sin evaluar hasta donde el infante puede controlar un equipo con acceso a la internet y a sus consabidas redes sociales.
Lo cierto es que, en la medida que los padres van satisfaciendo los caprichos de los niños y niñas sobre el uso de la tecnología y van resolviendo lo que pudiera ser una molestia para ellos o simplemente alcanzando un «entretenimiento», se va alejando el disfrute de una infancia. No la que vivimos nosotros, sino la que todo niño y niña debe vivir. Saltar, correr, compartir con otros –pero no los videos juego en línea, de PC o consolas– juegos de habilidades físicas, es lo que realmente deberían vivir nuestros niños y niñas.
Ya llegará a ellos el momento de manejar, de manera responsable, toda la tecnología que se esté desplegando en el momento. Vendrán sus frustraciones, sus angustias y temores, como todos los seres humanos. Y si los hemos preparado para la identificación de lo verdadero versus lo falso, pues podrán construir sus realidades y con ellas sus decisiones. Porque ahora, los niños se están quedando sin su niñez, arrebatada por el excesivo uso de la tecnología como si se tratara de un juego más.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
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