Niños de la calle, por Simón Boccanegra
La enfermedad que aqueja a Chacumbele está influenciando con fuerza en la conducta del líder del «proceso». Aunque quiera aparentar que todo está bien, que el cáncer apenas lo ha afectado, que tiene todo bajo control, que sus partidarios están cada vez más unidos, es evidente que el golpe que recibió fue duro.
El domingo confesó que rompió la costumbre, con motivo del natalicio del Libertador, de realizar un acto en el Panteón Nacional y llevarle coronas del flores a la tumba del padre de la patria, porque eso le recordaba a la muerte. Ayer cambió la consigna de Patria, socialismo o muerte, por patria, socialismo y vida. De esa manera corrobora el chiste que circulaba por ahí en el sentido que lo de muerte no era en serio. En cuanto a la historia, pues también le hizo algunos cambios, modificaciones que no son nuevas en sus peroratas, pero que en la que referimos alcanzó niveles insospechados. Uno de ellos es que Simón Bolívar fue un niño de la calle.
Ojalá que los niños de la calle actuales tuvieran aunque sea el 1% de la riqueza que poseía la familia del Libertador. Dejando de lado lo absurdo de la teoría, la verdad es que los tiempos cambian significativamente y sus resultados no son similares. Mientras el niño de la calle Simón de la Santísima Trinidad, encabezó un movimiento independentista, que luego de varios años de guerra y de recorrer buena parte de Suramérica liberó cinco naciones, los niños de la calle criados bajo el gobierno de Esteban, se convierten en pranes e imponen su ley en los penales nacionales. Una pequeña diferencia.